domenica 19 agosto 2012

PRIMER CAPITULO DE “EL AMOR TRIUNFA?”





Hola chicas,acà està el primer capitulo de El amor Triunfa? ESPERO QUE FIRMEN MUCHO
+5 FIRMAS Y OTRO

El cielo estaba radiante, de un azul intenso y perfecto, como una acuarela de una tarde de verano. Una suave brisa mecía las rosas en el jardín. La niebla ocultaba las montañas a lo lejos. Impregnado en el aire, un olor a rosas, mar y césped segado. Lali exhaló un suspiro de placer, se apoyó un poco más sobre la barandilla de la terraza y, simplemente, contempló el paisaje.
Le costaba creer que sólo hiciera un día que había dejado atrás los rascacielos de Nueva York. ¿De veras había sido la mañana anterior cuando se había resguardado de una gélida llovizna de abril montando en un taxi para ir al aeropuerto? Sólo un día. Parecía imposible ir de un mundo a otro en sólo un día.
Pero ahí estaba, de pie en la terraza de una villa en la isla de Lesbos. En vez de un día lluvioso, un sol brillante le daba la bienvenida a Grecia. Una calma serena reinaba en contraste con el estrépito y los atascos de Nueva York. Si supiera pintar, se dijo Lali, pintaría esa vista y la llamaría Silencio.
—Adelante —respondió al oír que llamaban a la puerta. Después de inspirar profundamente una vez más, se dio la vuelta con desgana.
—Ya estás de pie y vestida —Cande, una hada rubia y bajita, entró seguida por una asistenta.
—Servicio de habitaciones —dijo sonriente Lali mientras la asistenta colocaba la bandeja del desayuno sobre el cristal que cubría una mesa—. Apuesto a que no me va a costar nada acostumbrarme a estos lujos. ¿Me acompañas? —le preguntó a Cande después de oler el delicioso aroma de las fuentes que acababa de destapar la asistenta.
—Sólo al café —Cande tomó asiento, se alisó la falda de su vestido de seda y examinó detenidamente a la mujer que estaba sentada frente a ella.
Una melenita de largos rizos sueltos, entre rubia y castaño clara, le acariciaba los hombros. Sus ojos azules eran casi demasiado grandes para aquel rostro delicado. De nariz recta, pómulos marcados y boca de largos labios anchos, la cara quedaba rematada por una barbilla ligeramente puntiaguda. Era una cara de ángulos y contornos con los que más de una modelo habría soñado. Una cara fotogénica si Lali hubiese tenido paciencia para permanecer sentada el tiempo suficiente para fotografiarla.
No conseguiría, se dijo Cande, más que un borrón colorido, la imagen corrida de Lali girándose hacia lo siguiente que llamara su atención.
—¡Estás guapísima, Lali! Me alegro un montón de que por fin hayas venido.
—Ahora que estoy aquí —contestó Lali, desviando los ojos hacia la vista que ofrecía la terraza—, no entiendo por qué lo he retrasado tanto. Efxaristo —añadió mientras la asistenta le servía el café.
—Presumida. ¿Sabes lo que tardé yo en conseguir decir un simple «hola, qué tal»? No, mejor no te lo digo —dijo Cande de buen humor, moviendo una mano antes de que Lali pudiera hablar. Los diamantes y zafiros de su anillo de boda reflejaron la luz del sol—. Llevo tres años casada con Agus y viviendo en Atenas y Lesbos y todavía me cuesta hacerme entender. Gracias, Zena —añadió, despidiendo a la asistenta con una sonrisa.
—Porque te empeñas en no aprender —Lali mordió con fruición una rebanada tostada. Más que tener hambre, descubrió de pronto, estaba muerta de hambre—. Si te abrieras un poquito, las palabras acabarían entrándote.
—Eso lo dices tú —Cande arrugó la nariz—, que hablas diez idiomas.
—Cinco.
—Cinco son cuatro más de los que necesita cualquier persona racional.
—No si esa persona racional se gana la vida de intérprete —le recordó Lali antes de hincarle el diente a los huevos—. Además, si no supiese griego, no habría conocido a Agus y tú no serías Candela Vetrano Sierra. El destino es algo extraño y maravilloso —sentenció con la boca llena.
—Desayunar filosofando. Es una de las cosas por las que te echaba de menos. La verdad es que no quiero ni imaginar lo que habría pasado si no hubiese estado en casa cuando Agus apareció. No nos habrías presentado —Cande dio un sorbo de café y se animó a prepararse una tostada con muy poca mermelada—. Seguiría despachando botellitas de coñac.
—Cande, cariño, cuando algo tiene que ser, tiene que ser. Me encantaría apuntarme el mérito de vuestro bendito matrimonio, pero una breve presentación no fue responsable de lo que luego montasteis —Lali cortó un trozo de salchicha, miró a su bonita amiga y sonrió—. ¿Cómo iba a suponer que perdería a mi compañera de habitación en menos de tres semanas? Nunca he visto a dos personas ir tan rápido.
—Decidimos que nos conoceríamos después de casarnos —Cande esbozó una cálida sonrisa—.Y lo hemos hecho.
—¿Dónde está Agus ahora?
—Abajo, en el despacho —Cande se encogió de hombros y dejó la mitad de la tostada en su plato—. Estará construyendo otro barco o algo así.
—Lo dices como si estuviese construyendo una maqueta —contestó Lali tras soltar una risotada—. ¿No se supone que cuando te casas con un milIonario tienes que volverte orgullosa y presumir de marido?
—¿Ah, sí? Bueno, veré lo que puedo hacer —le siguió la broma Cande—. Lo más probable es que esté ocupadísimo las próximas semanas. Un motivo más para alegrarme de que hayas venido —añadió tras terminarse el café.
—Necesitas una compañera de póquer.
—No creas —Cande esbozó una pequeña sonrisa—. Eres la peor jugadora de póquer que conozco.
—Ya será menos —Lali frunció el ceño.
—Puede que hayas mejorado. En cualquier caso —prosiguió Cande, ocultando con la taza de café lo que ya era una sonrisa de oreja a oreja—, no es por ser ingrata con mi país de adopción, pero es maravilloso estar con mi mejor amiga, una estadounidense de pura cepa.
—Spasibo.
—En inglés, en inglés. A mí me hablas en inglés. Y conste que sé que eso no era griego. Pero tienes que desconectar: olvídate de tus traducciones gubernamentales para la ONU estas cuatro semanas —Cande se inclinó hacia adelante para apoyar los codos sobre la mesa—. Dime la verdad, Lali, ¿nunca tienes miedo de interpretar algún matiz mal y provocar la Tercera Guerra Mundial?
—¿Quién, yo? —Lali abrió los ojos—. Imposible. De todos modos, el truco es pensar en el idioma que interpretas. Es muy sencillo.
—Sí, seguro —Cande se recostó—. En fin, ahora estás de vacaciones, así que sólo tienes que pensar en inglés. A no ser que quieras discutir con el cocinero.
—No tengo la menor queja de él —aseguró Lali justo antes de terminarse los huevos.
—¿Qué tal tu padre?
—Fantástico, como siempre —Lali se sirvió más café. Estaba contenta, relajada. ¿Hacía cuánto que no se permitía el lujo de tomarse tiempo para una segunda taza de café? Pero, como Cande había dicho, estaba de vacaciones. Y haría todo lo posible por aprender a disfrutarlas—. Te manda un beso de su parte y me ha pedido que le lleve una botellita de licor de anís cuando vuelva a Nueva York.
—Si es que vuelves —Cande se levantó y dio unos pasos por la terraza. El borde del vestido le rozaba el suelo al andar—. Voy a encontrarte una buena pareja para que te quedes en Grecia.
—No sabes cuánto te agradezco que me soluciones mi vida sentimental —contestó Lali con ironía.
—No es nada. ¿Para qué están las amigas? —repuso Cande sin tomar en cuenta el sarcasmo de su amiga. Luego apoyó la espalda contra la barandilla de la terraza—. Benjamin es un buen candidato. Es uno de los mejores hombres de Agus y es realmente atractivo. Rubio y bronceado, con un perfil para salir en las monedas. Lo conocerás mañana.
—¿Debería avisar a mi padre para que vaya preparando la dote?
—Lo digo en serio —Cande se cruzó de brazos y miró la sonrisa de Lali con el ceño fruncido—. No pienso dejarte escapar sin pelear. Voy a llenarte los días de sol y playa, te voy a plantar delante de las narices decenas de hombres irresistibles. Hasta que te olvides de que Nueva York y la ONU existen.
—Ya me las he quitado de la cabeza... hasta dentro de cuatro semanas —Lali se echó el pelo hacia atrás, de modo que le cayese sobre los hombros—.Así que plántame delante de las narices a quien quieras. Estoy a tu merced. ¿Me vas a llevar a rastras a la playa esta mañana?, ¿vas a obligarme a estar tumbada sobre la arena y a tomar el sol hasta conseguir un bronceado fabuloso?
—Exacto —Cande asintió con la cabeza y se encaminó hacia la puerta—. Cambíate. Te espero abajo.
Media hora después, Lali decidió que le iba a gustar dejar que Cande intentase lavarle el cerebro. Arena blanca y agua azul. Se sumergió con suavidad entre las olas. Que el trabajo la tenía atrapada: ¿no era eso lo que le decía su padre? Estaba viviendo para el trabajo en vez de al revés. Lali cerró los ojos y giró hasta tumbarse sobre el agua boca arriba. Entre las presiones del trabajo y la desagradable ruptura con Jack, pensó, necesitaba una transfusión de paz.
Jack había pasado a formar parte de su pasado. A Lali no le quedaba más remedio que aceptar que su relación había sido más rutinaria que apasionada. Ambos se habían limitado a cumplir los requisitos del otro. Ella había buscado la compañía de un hombre inteligente; él, una mujer atractiva y con estilo, cuya imagen lo ayudase en su carrera política.
Si lo hubiera amado, reflexionó Lali, difícilmente habría podido pensar en él con tanta objetividad, con tanta... frialdad. No sentía dolor, no se sentía sola. Más bien, debía reconocerlo, se sentía aliviada. Pero, tras el alivio, había empezado a tener la vaga sensación de estar desorientada; sensación a la que Lali no estaba acostumbrada y que, sin duda, no le agradaba.
La invitación de Cande no había podido ser más oportuna. Y aquello, pensó al tiempo que abría los ojos para contemplar el cielo, era el paraíso. Sol, arena, rocas, flores... el recuerdo susurrante de los dioses y diosas de la antigüedad. Turquía, con sus misterios, estaba muy cerca, separada tan sólo por el ancho golfo de Edremit. Lali cerró los ojos de nuevo y podría haberse quedado dormida si la voz de Cande no la hubiera interrumpido.
—¡Lali! Algunas personas tenemos la necesidad de comer cada cierto tiempo.
—Siempre pensando en comer.
—Y ten cuidado con el sol —continuó Cande desde la orilla—.Te vas a quemar.
—De acuerdo, mamá —Lali nadó de vuelta, se puso de pie cuando ya no había profundidad y se sacudió como un perrillo mojado—. ¿Cómo es que puedes bañarte y tomar el sol y seguir pareciendo como si estuvieses preparada para un salón de baile?
—Comiendo —respondió Cande sin perder tiempo en explicaciones—.Venga, Agus suele escaparse de los barcos para comer.
Cuando terminaron, Lali pensó que podría acostumbrarse a comer en terrazas. Disfrutaron de una sobremesa relajada con fruta y café con hielo. Lali notó que Agus Sierra seguía tan fascinado con su mujercita, pequeña y rubia, como tres años antes, cuando la había conocido en Nueva York.
Aunque por la mañana le había quitado importancia a las palabras de Cande, sentía cierto orgullo por haber sido ella quien los había unido. Una pareja perfecta, se dijo. Agus tenía mucho encanto, era un hombre moreno, de nariz aguileña, con una fina cicatriz blanca sobre una ceja. No era más que unos centímetros más alto que la media, delgado y de porte aristocrático; el complemento perfecto para la belleza rubia y delicada de Cande.
—No sé cómo puedes dejar esto por nada —le dijo Lali—. Si esto fuese mío, no me iría por nada del mundo —añadió, mirando hacia el horizonte del mar y las montañas.
—Marcharse es bonito. Así puedo volver y encontrar el paisaje más hermoso. Es como una mujer —Agus se llevó la mano de Cande a la boca para besarla—. Cuesta separarse, pero al regresar la encuentras más bella.
—Estoy convenciéndola para que se quede —comentó entonces Cande, entrelazando los dedos con los de Agus—. Voy a hacer una lista con todos los candidatos presentables en cien kilómetros a la redonda.
—No tendrás un hermano, ¿verdad, Agus? —le preguntó Lali, lanzándole una sonrisa.
—Sólo hermanas. Lo siento.
—Entonces olvídate, Cande.
—Si no logramos casarte, Agus tendrá que ofrecerte un puesto en su oficina de Atenas.
—La contrataría sin dudarlo —dijo él—. Hace tres años no conseguí convencerla. Y mira que lo intenté.
—Esta vez tenemos un mes para convencerla —Cande lanzó una mirada de conspiración hacia Agus—. De momento, mañana nos la llevamos a dar una vuelta en yate.
—Estupendo —accedió encantado él—. Pasaremos un día fantástico. ¿Te apetece, Lali?
—No sé, la verdad es que estoy un poco cansada de hacer cruceros —contestó Lali sonriente y con ojos luminosos—, pero ya que a Cande le apetece, trataré de no aburrirme mucho.
—Qué buena persona que eres —bromeó la amiga.
Bien largo jaja SI FIRMEN MUCHO SUBO EL 2 CAPITULO,es allì donde empienza TODO
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