26 capitulo parte 1

Que linda la twitcam de peter y nacho!Peter me respondiò dos veces!! :D

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—¿Qué? —Lali giró la cabeza estupefacta—. ¿Estás de broma?

Pablo buscó sus ojos y contestó con calma:

—No, no estoy de broma. He decidido que pedirte que te acuestes conmigo enrarecería nuestra amistad. Me preguntaba si aceptarías el matrimonio. Pero no me había dado cuenta de que estás enamorada de Peter.

—Pablo —arrancó Lali, aunque no sabía con certeza cómo reaccionar—, ¿es una pregunta o una proposición?

—Empecemos por una pregunta.

Lali respiró profundamente.

—Que te pidan casarte, sobre todo si te lo pide alguien querido, siempre es agradable para el ego. Pero los egos son inestables y la amistad no necesita halagos —dijo. Luego se inclinó y besó los labios de Pablo un instante—. Me alegra mucho tenerte como amigo.

—De alguna forma, suponía que reaccionarías así. Pero tenía que intentarlo: soy un romántico empedernido —Pablo se encogió de hombros y esbozó una sonrisa melancólica—. Una isla, una mujer bonita con una risa melodiosa como el viento del anochecer. Podía vernos formando un hogar en la casita de campo. Con la chimenea en invierno y un jardín lleno de flores en primavera.

—Tú no estás enamorado de mí, Pablo.

—Podría estarlo —contestó él. Luego le agarró la mano, la puso palma arriba y la examinó—. Tu destino no dice que te enamorarás de un poeta modesto.

—Pablo...

—Y el mío no es tenerte —Pablo sonrió de nuevo y le dio un beso en la mano—. Aun así, es un pensamiento reconfortante.

—Y muy bonito. Gracias por compartirlo —dijo justo antes de que él se levantara.

—Quizá decida que Venecia puede inspirarme. Tal vez volvamos a encontrarnos allí —comentó Pablo. Miró un segundo hacia la casa de Peter y luego volvió a esbozar esa sonrisa suya casi infantil—. Encontrarse en el momento oportuno, Lali, es un elemento fundamental para el amor.

Se quedó mirándolo mientras Pablo cruzaba el tramo de arena que había hasta las escaleras de la playa y luego volvió a meterse en el agua.

La villa susurraba y temblaba como una mujer anciana. A pesar de todas las promesas que se había hecho por la mañana, Lali no podía dormir. Daba vueltas y más vueltas en la cama y se despertaba sobresaltada en cuanto lograba conciliar el sueño. Para Peter era muy fácil colarse en su cabeza mientras dormía. Se había obligado a no pensar en él durante el día y no se rendiría por unas pocas horas de descanso.

Sin embargo, despierta y sola, se le vino a la memoria la cala: la cara bajo el agua, la colilla de tabaco negro. Y el rostro de Belen, pálida, casi sin vida, con el pelo cayendo hasta casi tocar el suelo.

¿Por qué no conseguía librarse de la sospecha de que la sobredosis de Belen estaba relacionada con la muerte del pescador?

Había demasiado espacio, demasiado silencio en la villa para soportarlo en soledad. Hasta el aire parecía caliente y opresivo. Cuando la fatiga empezó a vencerla, Lali se sumió en un duermevela inconstante, despertando y durmiéndose cada pocos minutos, en esa tierra vulnerable en que ya no se pueden controlar los pensamientos.

Todavía podía oír la voz de Agus, fría y llena de odio, diciéndole que lo mejor que podía ocurrir era que Iona se muriese. Recordó después los ojos de Benja, tan calmados, mientras se llevaba un cigarro negro a los labios. Pensó también en Pablo, sonriendo melancólico mientras esperaba a que llegase su barco. Y en Cande, jurando con vehemencia que protegería a su marido de cualquier cosa y cualquier persona. Luego vio el filo del cuchillo, tan letal. Aunque no aparecía en el sueño, Lali sabía que era la mano de Peter la que lo empuñaba.

Lali soltó un grito estrangulado, despertó de un respingo y se sentó sobre la cama. No, no podía dormirse. No estando sola. No se atrevía.

Para no darse la oportunidad de pensar, se levantó y se puso unos vaqueros y una camisa. La playa le había proporcionado un poco de paz esa misma tarde. Quizá lograra serenarla también por la noche.

El espacio no la aprisionaba en el exterior. Afuera no había paredes ni habitaciones vacías, sino estrellas y el olor de las flores. Se oía el rumor de las hojas de los cipreses. El miedo iba desinflándose con cada paso que daba. Se dirigió hacia la playa.

La luna estaba casi llena, de un blanco intenso. La brisa procedente del mar era unos grados más fría que el aire que se había concentrado en su habitación. Siguió el camino sin vacilar, sin temor. El instinto le decía que nada malo le ocurriría esa noche.

Después de subirse los bajos de los pantalones, se quedó quieta, dejando que el agua le acariciase los tobillos, cálida y sedosa. Lali respiró el aire húmedo del mar. Aliviada, estiró los brazos hacia el cielo.

—¿Nunca aprenderás a quedarte en la cama?

Lali se dio la vuelta y se encontró frente a frente con Peter. ¿La habría estado observando?, se preguntó. No lo había oído acercarse. Enderezó la espalda y lo miró con frialdad. Como ella, llevaba unos vaqueros y estaba descalzo. Tenía la camisa desabotonada, dejando al descubierto su torso. ¿Qué locura la tentaba a lanzarse sobre él? Pero fuese la locura que fuese, consiguió someterla.

—No es asunto tuyo —respondió finalmente.

También Peter tuvo que contenerse para no agarrarla y hacerle el amor allí mismo. Había estado de pie, insomne junto a la ventana, cuando la había visto salir de casa. Casi por acto reflejo, sin saber lo que hacía, había ido a buscarla. Y Lali lo había saludado con la gélida animadversión con que se había despedido de él.

—¿Se te ha olvidado lo que les pasa a las mujeres que pasean solas por la playa durante la noche? —preguntó en tono burlón al tiempo que le acariciaba el pelo. La tocaría si así lo quería, pensó furioso. Nadie se lo impediría.

—Si piensas tumbarme y arrastrarme, te advierto que esta vez morderé y arañaré —dijo Lali después de apartar la cabeza para evitar el contacto de sus dedos.

—Suena interesante —dijo Peter—. Pensaba que ya te habrías cansado de la playa por hoy, Afrodita. ¿O estás esperando a Pablo otra vez?

Lali dejó pasar la provocación y tampoco hizo caso del cosquilleo que sentía cada vez que la llamaba con ese nombre.

—No espero a nadie. He venido a estar sola. Si me dejas en paz, quizá consiga disfrutar un rato.

Herido, Peter la agarró con tanta fuerza que Lali no pudo evitar soltar un quejido de dolor.

—¡Maldita sea, Lali! —exclamó él frustrado—. No me retes o me encontrarás. Yo no soy tan cándido como mi primo Pablo.

—Quita las manos de encima —dijo Lali con frialdad. Lo miró a los ojos con tanta serenidad y desprecio como pudo. No podía volver a acobardarse—.Te vendría bien aprender de Pablo... o de Benjamin. Ellos sí que saben tratar a una mujer —añadió sonriente.

Peter maldijo en griego con enorme maestría. Incapaz de hacer otra cosa, la apretó con más fuerza, pero esa vez Lali no gritó. Se limitó a observar la expresión furiosa de Peter. Parecía un demonio, violento, sin el menor vestigio del hombre que la mayoría creía que era. Le produjo un placer perverso saber que tenía poder para hacerle perder los nervios.

—¿Así que también te has ofrecido a Benjamin? —Peter escupió las palabras mientras trataba de recuperar el control mínimamente—. ¿Cuántos hombres necesitas?

Se sintió ofendida, pero no explotó.

—¿No es curioso que sea tu parte griega la que te domina cuando estás enfadado? —comentó Lali—. Francamente, no entiendo cómo podéis ser familiares Pablo y tú. No os parecéis en nada.

—Disfrutas dándole esperanzas, ¿verdad? —contestó iracundo Peter, disgustado por la comparación. Lali apretó los dientes para no gritar de dolor. Se negaba a darle esa satisfacción—. Mujerzuela desalmada. ¿Cuánto tiempo vas a seguir excitándolo?

—¿Cómo te atreves? —Lali le pegó un empujón. Se llenó de cólera por todas las horas de insomnio y todo el dolor que le había causado—. ¿Cómo te atreves a criticarme por nada? Tú, el de los negocios sucios y las mentiras. Tú que sólo piensas en ti mismo. ¡Te detesto!, ¡odio todo lo que tiene que ver contigo! —añadió al tiempo que pegaba un tirón con el que logró desembarazarse. Luego echó a correr hacia el mar, cegada de una ira irracional.

—¡Estúpida mujer! —la insultó Peter, de nuevo en griego, justo antes de salir tras ella para darle alcance a los pocos metros. El agua llegaba hasta la cintura de Lali, la cual, en su intento de escapar, resbaló y cayó sobre él. Peter la sujetó, le dio la vuelta. No podía pensar, no podía razonar—. No creas que voy a suplicar que me perdones. Me da igual lo que sientas: yo hago lo que tengo que hacer, es cuestión de necesidad. ¿Crees que me gusta?

—¡Me dan igual tus necesidades, tus trapícheos y tus asesinatos! ¡Me da igual todo lo tuyo!, ¡te odio! —Lali le pegó un puñetazo en el pecho y estuvo a punto de perder el equilibrio de nuevo—. Odio todo lo que se acerca a ti. ¡Me odio a mí misma por haber dejado que me tocaras!

Las palabras lo hirieron más de lo que había imaginado. Trató de no recordar cómo se había sentido al estrecharla entre sus brazos, al besarla y sentir que se derretía contra su cuerpo.

—Muy bien. No tienes más que mantenerte alejada y todo irá perfectamente.

—No hay nada que desee más que alejarme de ti —replicó ella con los ojos vidriosos de rabia—. Ojalá no vuelva a verte ni vuelva a oír tu nombre en la vida.

No terminò todavia la "charla",eh!Y se viene la parte mas buena....

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