lunedì 13 agosto 2012

9 capitulo

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Cuando pidió en recepción las llaves del coche de alquiler que había encargado, el recepcionista dijo:

-La compañía de coches de alquiler me ha pedido que me disculpe en su nombre porque no han podido traerle el coche que solicitó, sino uno más pequeño. Al parecer ha habido una confusión en la oficina principal a causa de toda la actividad que se está desarrollando en Cannes.

-Ya que sólo somos dos, no creo que importe mucho el tamaño, ¿no? -dijo Lali al ver que Peter fruncía el ceño.

El tomó las llaves que le ofrecía el recepcionista y se volvió hacia ella con una sonrisa.

-¿Eres tan complaciente por naturaleza o tienes que esforzarte para serlo? -bromeó mientras la tomaba del brazo y la guiaba hacia el cálido sol de la mañana.

Ella le dedicó una mirada irónica. -Cuando nos conocimos no me dio la impresión de que me consideraras precisamente complaciente.

-Ah, pero eso era antes.

-¿Antes de qué?

-Antes de besarte - estaba jugando con fuego y lo sabía, pero de pronto se sentía más feliz que en mucho tiempo.

Lali ocupó el asiento del copiloto en el coche sin decir nada. No había duda de que estaba flirteando con ella y sospechaba que no era un hombre dado a hacer aquello con cada mujer que conocía. No, cuando flirteaba era porque...

¿Por qué? ¿Porque quería pasar unos días disfrutando de una breve aventura sexual? Se estremeció como si las palabras «breve» y «aventura»_ hubieran sido dos cubitos de hielo que alguien hubiera dejado caer por su espalda.

El coche que les habían dado era realmente pequeño, pensó mientras veía lo pegado que Peter quedaba al volante.

-En Australia no daríamos ni a los niños un coche de este tamaño para evitar que nos denunciaran por malos tratos -dijo él mientras introducía la llave en el contacto.

Lali rió.

-Creía que era en Texas donde todo es más grande que en el resto del mundo -bromeó, pero dejó de reír al ver que el coche no arrancaba.

Maldiciendo entre dientes, volvió a intentarlo... y, para alivio de Lali, el coche arrancó.

La casa que quería ver estaba en Masiff de L'Estérel, en la Provenza, una preciosa zona montañosa.

Cuando pasaron cerca de Mougins, Lali no pudo resistir la tentación de señalar a los campos llenos de flores cultivadas para la industria de la perfumería.

-¿Cómo iba a competir con esto algo producido en un laboratorio? -preguntó apasionadamente.

- Sería imposible -reconoció él-. Pero con los perfumes basados en la química no hay riesgo de que el producto final difiera de lote en lote debido a que el sol brilló tres días menos uno de los años que se recogieron las flores. Cuando una mujer compra un perfume químicamente elaborado puede estar segura de que va a obtener la misma fragancia que en el anterior... y por un precio razonable.

Lali arrugó el ceño. Sólo había que escuchar a Peter para comprender que no había cambiado su punto de vista respecto a la creación del nuevo perfume.

¿O acaso pretendía que mordiera el anzuelo?

Abrió la boca para protestar vigorosamente, pero él movió la cabeza y le dedicó una mirada de advertencia.

-¿Recuerdas nuestro pacto?

Lali rió, pero le habría gustado manifestar a León su excitación y entusiasmo ante la perspectiva de crear su nuevo perfume.

También estaba deseando ponerse a trabajar en la anticuada colonia para hombres que producía Francine. Quería ponerla al día y convertirla en la fragancia que siempre sería para ella la marca del hombre por el que se sentía tan apasionadamente atraída. El aroma de ...

La llamaría Peter, al menos secretamente, y sería una colonia discreta, sensual, fuerte, con un toque de frescura y altivez, una fragante sugerencia de los pálidos ojos verdes de Peter. La botella sería alta y redondeada, lo suficientemente ancha para la mano de un hombre...

Culpabilizada por sus pensamientos, Lali se obligó a volver a la realidad.

Se notaba que Peter era un conductor muy seguro y a ella le agradó que alabara su habilidad como copiloto por haber encontrado en el mapa un atajo para llegar a su destino.

-Ya veremos cuánto tardamos con este coche -dijo-, y sólo el cielo sabe cómo se portara subiendo las montañas.

Lali lo miró de reojo. Aunque se estaba quejando, lo estaba haciendo más con resignación que con enfado. Ver que podía controlar sus reacciones en situaciones adversas hizo que sintiera aún más respeto por él.

De hecho, cada vez era más consciente de que pasar tiempo en compañía de Peter era algo tan agradable que el mero hecho de ir sentada junto a él en el coche le hacía sentirse más feliz de lo que probablemente debería.

Como había predicho, el coche tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para ascender por la carretera de montaña por la que circulaban, pero Lali estaba demasiado encantada con las maravillosas vistas y con la compañía como para preocuparse por ello.

-Son unas montañas preciosas, desde luego -dijo cuando ella se lo mencionó, y a continuación, en tono burlón, añadió-: ¡Al menos si no has visto las de Ayers Rock en Australia!

-Sí, claro -Lali hizo una mueca burlona a modo de comentario y enseguida sintió que sus ojos se humedecían a causa de la emoción que le produjo experimentar lo cómoda y natural que se sentía junto a Peter, como si lo conociera hacía años.

De algún lugar de su interior surgieron las palabras «almas gemelas», que le parecieron muy adecuadas. ¿No era aquello lo que buscaban todos los seres humanos? ¿Encontrar su alma gemela?

-¿Tienes frío? -preguntó él al notar que Lali se estremecía, y de inmediato alargó la mano hacia el mando del aire acondicionado con el ceño fruncido.

Lali negó con la cabeza, y no pudo evitar sentir cierta malsana satisfacción cuando él se volvió a mirarla y sólo entonces pareció dispuesto a aceptar su respuesta. Tal vez, otra mujer lo habría acusado de ser el típico machista, pero a ella le agradó ver cómo se preocupaba por su bienestar.

-¿Nos falta mucho? -preguntó él mientras el coche se enfrentaba a una nueva cuesta.

-Aún faltan treinta kilómetros para llegar al pueblo que has mencionado -dijo Lali tras consultar el mapa.

-En ese caso será mejor que paremos antes a comer. ¿Hay algún sitio cerca?

-Enseguida llegaremos a un lugar llamado Auberge des Adrets. ¿Por qué no paramos a comprar algo y nos lo comemos cuando lleguemos a la casa de campo? -cuando la miró con expresión de sorpresa, Lali añadió-: Dijiste que estaba vacía, y ya que nos está costando tanto llegar... Pero si prefieres comer en un restaurante...

-No. Me parece muy buena idea comprar algo. De hecho, me parece una idea magnífica.

Mientras Lali seguía consultando diligentemente la guía, León pensó que no podía recordar cuándo había sido la última vez que había disfrutado tanto de la compañía de una mujer.

Las mujeres con las que salía ocasionalmente habrían puesto el grito en el cielo si hubiera sugerido llevarlas a comer a un lugar que no fuera el restaurante más caro del lugar, para luego apenas probar bocado. No paraban de maquillarse, de repintarse los labios y de saludar a los conocidos moviendo sus largas uñas pintadas mientras hacían mohínes diciendo que sólo podían beber el champán más caro. También pedían los platos más caros, por supuesto, para luego dejarlos prácticamente intactos.

Y si había algo que él odiaba era que se malgastara la comida, algo debido a su educación y a las historias que solía contarle su abuela sobre lo pobres que habían sido ella y su marido.

Pero Lali no se parecía en nada a aquellas mujeres. Cuando comía lo hacía con evidente placer, y él disfrutaba mucho más viéndola a ella que a una modelo delgada como un palillo jugueteando en el plato con su comida de «diseño».

Y, probablemente, una mujer con un apetito saludable también sentiría apetito por placeres más sensuales...

Se dijo que no debía permitir que sus pensamientos siguieran aquella ruta.

-Creo que estamos llegando -dijo Lali.

Él asintió a la vez que se movía en el asiento para tratar de situar en posición más cómoda cierta molesta parte de su anatomía.

-Has comprado suficiente comida para dar un festín a un rey -dijo Lali riendo mientras regresaban al coche.

Pero no era un rey, sino un millonario, se recordó. No era de extrañar que la hubiera mirado con expresión de sorpresa cuando había sugerido que compraran la comida para comerla en la casa de campo.

-¿Qué sucede? -preguntó él.

Lali se sobresaltó al darse cuenta de que la estaba observando. La sincera preocupación con que la estaba mirando hizo que se detuviera en medio de la calle vacía.

-¿Lali? -repitió él a la vez que alzaba una mano para colocarle un mechón de pelo suelto tras la oreja. Cuando luego le acarició el cuello delicadamente con el pulgar, ella notó que lo hizo con intención de reconfortarla, pero el resultado fue otro. Su cuerpo reaccionó al instante temblando.

¿Qué pensaría dé ella? Debía de estar acostumbrado a mujeres mucho más sofisticadas y experimentadas que no reaccionarían como una adolescente cuando las tocaba.

De algún modo se las arregló para mirarlo a los ojos.

-¿Te he dicho ya alguna vez que te considero una persona realmente excepcional? -preguntó él.

¿Excepcional? ¿Ella?

Lali trató de recordarse quién era aquel hombre y por qué estaba con él, pero el lento movimiento de la mano en su cuello estaba recalentando sus pensamientos, al igual que su cuerpo.

Unas gotas de sudor no causadas precisamente por el sol humedecieron su labio superior, notó horrorizada mientras se esforzaba por comportarse como si estuviera acostumbrada a aquella clase de situaciones.

Peter la miró atentamente mientras las largas pestañas de Lali ocultaban sus ojos. Podía sentir los pequeños estremecimientos que la recorrían y que parecían transmitirse a través de su manó a cada célula de su propio cuerpo. Nunca había conocido a una mujer que lo hiciera sentirse así, que despertara en él una mezcla tan compleja de emociones y deseo, de ternura e instinto protector.

Le habría gustado apoyarla contra la pared más cercana y tomarla allí mismo de la forma más primitiva posible, pero al mismo tiempo quería protegerla y evitar que cualquier otro hombre le hiciera daño o la mirara con deseo en los ojos.

De pronto, Lali se apartó de él.

Peter entrecerró los ojos.

-¿Tienes idea de cuánto me gustaría besarte? -preguntó con voz ronca.

Lali se tomó unos segundos para disfrutar de lo mucho que le gustó escuchar aquellas palabras. Luego, para que no se le notara, siguió caminando hacia el coche.


 

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