domenica 26 agosto 2012

17 capitulo parte 1


Holaaaaaa,acà està el otro capitulo!
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Tras una vuelta maravillosa y con una maravillosa copa en la mano, Lali decidió que la isla era perfecta. Había todo tipo de casas: blancas con columnas rectas, otras con arcos y algunas con porches de madera. Aunque la frescura y limpieza del blanco podía dar sensación de novedad, la isla parecía antigua, eterna y permanente.
Estaba sentada en un café con vistas al mar, mirando los barcos del muelle y a los pescadores, que extendían las redes para que se secaran.
Los había veteranos y muy niños. Todos bronceados, todos trabajando codo con codo. Había doce por red, veinticuatro manos, algunas arrugadas por la edad y otras jóvenes y tersas. Todas fuertes. Mientras trabajaban, gritaban y se reían con alegre camaradería.
—Deben de haber pescado mucho —comentó Pablo al advertir el interés con que Lali seguía a los hombres del muelle.

—¿Sabes? He estado pensando —Lali deslizó un dedo por el lado de la copa—. Todos parecen muy fuertes y recios. Algunos ya han pasado la edad de jubilación en Estados Unidos. Supongo que seguirán saliendo al mar hasta que se mueran. No sé, una vida entera en el agua... Tiene que ser muy satisfactorio —finalizó. Una vida en el mar, como los piratas... ¿Por qué no podía quitarse de la cabeza a los piratas?
—No sé si estos hombres se plantearán si es satisfactorio. Simplemente, es lo que hacen —Pablo dio un sorbo a su copa y se paró a observar a los pescadores—. Aunque sí que creo que viven contentos. La gente sabe qué esperar de ellos. Puede que sea una vida sencilla, pero de una sencillez envidiable, en cualquier caso.
—Salvo los que están metidos en asuntos de contrabando —murmuró ella.
—En el fondo, es lo mismo, ¿no? —Pablo se encogió de hombros—. Hacen lo que se espera que hagan y, de paso, le añaden un punto de aventura a su vida y unos dracmas al bolsillo.
—No esperaba esta actitud de ti —dijo Lali en tono de censura.
Pablo la miró con ambas cejas enarcadas:
—¿Qué actitud?
—Esta... esta indiferencia ante una práctica delictiva.
—Venga, Lali, es...
—Un delito —insistió ella sin dejar que Pablo terminara de hablar—. No se puede seguir permitiendo.
—¿Y cómo pones fin a algo que lleva haciéndose desde hace siglos de un modo u otro?
—El modo actual va contra la ley —contestó Lali—. Supongo que las personas más influyentes, como Agus y... Peter, deberían presionar a quien haya que presionar.
—No conozco a Agus lo suficiente para hablar de él —dijo Pablo mientras llenaba su copa de nuevo—. Pero no me imagino a Peter metiéndose en algo que no lo afecte a él o a su negocio.
—¿No?
—No, y no lo digo como una crítica —matizó Pablo. Se dio cuenta de que Lali le estaba prestando toda su atención, aunque algo velaba los ojos de ésta—. Peter se ha portado muy bien conmigo, dejándome la casa y el dinero para el billete. Sabe Dios que cuando pueda se lo devolveré. No me agrada tener que pedir prestado, pero la poesía no proporciona mucha seguridad económica.
—No sé dónde, pero creo haber leído en algún lado que T.S. Eliot trabajaba en un banco —comentó Lali sonriente.
—Podría trabajar en las oficinas que Peter tiene en California. Me lo ha ofrecido. No me ha hecho notar que me quería hacer un favor, pero tampoco parecía especialmente interesado. Es duro para el ego —murmuró Pablo y miró hacia el puerto—. Puede que mi barco llegue algún día.
—Seguro que sí, Pablo. Algunos estamos destinados a perseguir nuestros sueños.
—Y a pasar hambre —bromeó él—. Anda, vamos a pedir. Me suenan las tripas.
El cielo estaba apagado mientras terminaban de cenar. Los últimos rayos del sol caían suavemente sobre el mar. Al este, un violeta profundo y sereno esperaba la salida de las primeras estrellas. Lali estaba contenta, con las mejillas encendidas por la comida picante y el licor de anís. De fondo, intermitentemente, música de mandolina. Grupos de amigos entraban y salían del café, algunos cantando.
El propietario y camarero era un hombre ancho, de bigote fino y ojos acuosos. Lali pensó que los ojos debían de llorarle por las especias y el humo de la cocina que flotaba en el aire. En su opinión, los turistas estadounidenses elevaban el estatus del café. Impresionado por la fluidez con la que Lali hablaba griego, no desaprovechó la oportunidad de hacer alguna pregunta y cotillear cuando se acercaba a su mesa.
Lali se relajó en medio de aquel ambiente tan distendido. En la villa de Sierra todavía habían sido atenciones y lujos, pero lo que se respiraba en el café era distinto. Había un aire más terrenal que había echado de menos en la elegante casa de Cande. En el café se oían carcajadas y el vino se derramaba. Con todo lo que quería a Cande y a Agus, Lali nunca se habría sentido contenta con la vida que éstos llevaban. Se habría oxidado con tantos buenos modales.
Por primera vez desde que se había encontrado el cadáver por la mañana, sintió que la tensión que le oprimía la base del cerebro empezaba a aliviarse.
—¡Mira!, ¡están bailando! —exclamó de repente Lali. Apoyó la barbilla sobre las manos y miró al grupo de hombres que bailaban en línea enlazados por los brazos.
—¿Nos unimos? —preguntó Pablo cuando se terminó su última salchicha picante.
Lali rió y negó con la cabeza.
—No sé bailar. Lo estropearía —se excusó—. Pero tú sí puedes.
—Tienes una risa maravillosa —dijo Pablo entonces mientras le llenaba la copa de nuevo—. Es melodiosa, natural y una pizca sensual.
—Qué cosas más bonitas dices —Lali sonrió, divertida—. Eres un hombre agradable. Podíamos ser amigos.
Pablo enarcó las cejas. Lali se sorprendió al sentir el beso fugaz que éste le dio. Sus labios sabían como la isla: picantes y desconocidos.
—Amigos de momento —dijo él sonriente ante la expresión estupefacta de Lali—. La cara que se te ha quedado tampoco le hace mucho bien a mi ego —añadió antes de sacar un paquete de tabaco del bolsillo de la chaqueta. Luego sacó una cerilla. Lali dejó de mirarlo para desviar la vista hacia la cajita negra.
—No sabía que fumaras —acertó a decir al cabo de unos segundos.
—No suelo —Pablo raspó la cerilla. Una llama pequeña se encendió, temblando delante de su cara durante un instante, proyectando sombras, misterios, sospechas—. Sobre todo, porque me gustan éstos y no son baratos precisamente. Peter se apiada de mí y me deja algunos en casa cuando se acerca. Si no, no fumaría nada... ¿Te pasa algo? —preguntó sonriente pero extrañado por la intensidad con que Lali estaba mirándolo.
—No —contestó ella con naturalidad antes de dar un sorbo a su copa—. Estaba pensando... decías que has estado por toda esta zona de la isla. Supongo que ya habías estado en la cala de esta mañana.
—Es un sitio bonito, sí —Pablo estiró un brazo y le agarró la mano izquierda—. O lo era. Calculo que hace una semana que no iba. Y puede que pase un tiempo antes de que vuelva.
—Una semana —murmuró Lali.
—No le des vueltas a la cabeza —le aconsejó él.
Lali lo miró a los ojos, tan claros, tan amables. Estaba siendo una idiota. Ninguno de ellos, ni Agus ni Benja ni Pablo, ninguno podía estar relacionado con la muerte de aquel hombre. ¿Por qué no pensar que a algún loco de la isla le gustaba el tabaco caro y pegar puñaladas por la espalda? Tenía más sentido, mucho más sentido que las feas sospechas que albergaba.
—Tienes razón —dijo sonriente Lali e inclinó el torso hacia él en señal de interés—. Háblame de tu poema épico.
—Buenas noches, señorita Esposito, señor Martinez.
Lali giró la cabeza y sintió como si el cielo se nublara.
—Hola, capitán —dijo mirando la cara regordeta de Vazquez.
Aunque no fue un saludo entusiasta, a Vazquez no pareció afectarlo lo más mínimo.
—Veo que está disfrutando de la vida nocturna de la isla. ¿Viene a menudo por aquí?
—Es su primera salida —terció Pablo—. La he convencido para que cenáramos fuera. Necesitaba distraerse después del susto de esta mañana.
Vazquez asintió con la cabeza comprensivamente, pero Lali se dio cuenta de que la música y las risas habían cesado. El café se había quedado en silencio y el ambiente era de espera y contención.
—Bien hecho —decidió el capitán—. Una señorita no debe pensar mucho en cosas así. Yo, por desgracia, no tengo mucho más en qué pensar en estos momentos. Pásenlo bien —añadió tras exhalar un suspiró y mirar con anhelo el licor de anís.
—¡Maldición! —gruñó cuando Vazquez se hubo alejado—. ¿Por qué me altera tanto este hombre? Cada vez que lo veo, se me revuelve el estómago.
—Te entiendo —dijo Pablo mientras miraba a los demás clientes del bar hacerle un pasillo al capitán—. Casi te hace desear tener algo que confesar.
—¡Gracias a Dios, no sólo me pasa a mí! —Lali agarró su copa, la levantó y se dio cuenta de que le temblaban las manos—. Pablo, a no ser que tengas alguna objeción moral, voy a agarrarme una borrachera tremenda —avisó con voz calmada.

 
Ahora dudan tambien de Pablo?Diganme que le parece....Yo cuando leì el libro,empenzè a dudar de pablo cuando apareciò donde estaba el cadavere...lo digo como lectora,no como alguien que sabe como va a terminar
Acerca del capitulo de antes,no es tan imposible que peter vaya a estar con belen,como el mismo dijo necesita de una mujer...
ADELANTO:Segunda parte de la cita pablali

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12 commenti:

  1. Cm q lali se va a enborrachar :0 ooo eso no suena bien ...yo también dude de pablo desd a apareció mas mas

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  2. Yo dudo de todos!

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  3. A Lali no se le movio ni un pelo con el beso de pablo y él lo notó

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  4. Obvio q Peter esta on fire con Lali pero si no puede con ella se desquitara con cualquiera aunq esta se llame Belen!Aunq obvio no me gusta pero creo q es posible q sea así!

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  5. Espero q Pablo no se aproveche de lali embriagada!

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  6. Y Vazquez q petende?

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  7. Todo generan sus sospechas! Igual yo desconfío más de benja y belen, lo de peter es entendible que necesite a una mujer, pero si siente algo más profundo por otra, en cierta forma la traiciona! Más!!

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  8. masmasmas nove, xfa ;DD

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