22 capitulo

Quizas sea el ultimo,porque estoy cansada...

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Momentos después, Nicolas regresó al salón.

—La señorita está contrariada —comentó con tacto.

Peter se giró para llenarse la copa de nuevo.

—Sé perfectamente cómo está.

—Los últimos dos días han sido muy duros para ella —dijo Nicolas—. ¿Ha venido a verte en busca de consuelo?

Le entraron ganas de blasfemar, pero se tragó las palabras. Nicolas lo observaba con tranquilidad.

—No, no ha venido a mí en busca de consuelo. Lo buscaría en el demonio antes de acudir a mí —contestó con furia controlada—. Pero así es mejor. No puedo permitir que interfiera en estos momentos. Tal como están las cosas, sería un estorbo.

Nicolas se acarició el bigote antes de decir:

—Quizá vuelva a Estados Unidas.

—Cuanto antes mejor —murmuró Peter y se bebió la copa de golpe. Al oír que llamaban a la puerta, soltó una palabrota—. Ve a ver quién diablos es y líbrate de él si Puedes.

—El capitán Vazquez —anunció Nicolas instantes después. Los ojos le brillaban cuando desapareció un segundo más tarde.

—Capitán —Peter contuvo las ganas de soltar otro exabrupto—. ¿Quiere un café?

—Gracias —Vazquez tomó asiento después de exhalar un suspiro sentido—. ¿Era la señorita Esposito la mujer que acabo de ver por el camino del acantilado?

—Sí —contestó Peter. Se dio cuenta de que tenía los nudillos blancos de la fuerza con que estaba apretando la cafetera y aflojó la mano un poco—.Acaba de estar aquí.

—Entonces le habrá contado lo sucedido con la señorita Sierra —comentó el capitán con ligereza.

—Sí —Peter le ofreció la leche—. Un asunto desagradable, capitán. Esta misma mañana llamaré a Atenas a ver qué novedades hay. ¿Es la salud de Belen el motivo de su visita?

—Sí. Le agradezco que me reciba, señor Peter. Sé que es usted un hombre muy ocupado.

—Es mi deber cooperar con la policía, capitán —contestó Peter mientras se sentaba con su taza de café—. Pero no sé cómo puedo ayudarlo con este caso.

—Tengo entendido que pasó toda la tarde de ayer con la señorita Sierra y esperaba que pudiera arrojar alguna luz sobre su estado anímico.

—Entiendo —Peter dio un sorbo de café mientras barajaba mentalmente las respuestas que podía ofrecer—. Capitán, no sé si puedo serle de ayuda. Evidentemente, Belen estaba afectada después de saber que habían encontrado un cadáver tan cerca de su casa. Estaba nerviosa..—pero eso es normal en ella. No puedo decir que le notara algo especial.

—Quizá pueda contarme qué hicieron mientras estaban en la lancha —sugirió Vazquez—. ¿Dijo la señorita Sierra algo que pudiera indicar que estaba pensando en suicidarse?

Peter enarcó una ceja.

—Apenas hablamos —se limitó a responder.

—Comprendo.

Peter se preguntó cuánto tiempo seguirían tanteándose y contestando con evasivas. En cualquier caso, decidió tomar las riendas de la conversación.

—La verdad es que noté a Belen nerviosa. Pero, como digo, esto no es extraño en ella. Si pregunta, descubrirá que la gente que la conoce la describiría como una mujer... intranquila. Aun así, le aseguro que en ningún momento se me pasó por la cabeza que pudiera estar pensando en suicidarse. Incluso ahora, aunque peque de inocente, me resulta imposible creerlo.

—¿Por qué? —preguntó Vazquez mientras se recostaba en el respaldo.

Bastaría con un par de generalidades, decidió Peter antes de contestar.

—Belen se gusta demasiado para querer suicidarse. Es una mujer bella, capitán, a la que le gusta disfrutar de los placeres de la vida. No es más que una opinión, entiéndame. Usted sabe mucho más de este tipo de cosas —Peter se encogió de hombros—. Pero yo diría que ha sido un accidente.

—No es probable que se trate de un accidente, señor Lanzani —contestó Vazquez. Estaba buscando algún tipo de reacción y Peter se limitó a enarcar la ceja intrigado—. Había demasiada heroína en su cuerpo. Sólo un principiante podría haber cometido un error así. Y la heroína no es algo nuevo para la señorita Sierra. Tiene demasiadas marcas de aguja en el brazo.

—Ya veo.

—¿Estaba al corriente de que la señorita Sierra tema un problema de adicción?

—No conocía mucho a Belen, capitán. De actos sociales sí, por supuesto; pero, básicamente, para mí es la prima de un amigo... y una mujer bella con la que no siempre es fácil estar.

—Y, sin embargo, ayer pasó el día con ella.

—Es una mujer bella —repitió Peter y sonrió—. Lamento no poder ayudarlo.

—Tengo una teoría. Quizá le interese oírla.

Peter no se fiaba de la sonrisa inocente del capitán.

—Por supuesto.

—Verá, señor Lanzani —arrancó Vazquez—. Si su instinto no lo engaña y es verdad que Iona no pensaba suicidarse, sólo cabe una explicación. Porque un accidente no ha sido, eso seguro.

—¿Qué explicación?, ¿a qué se refiere? —preguntó Peter—. ¿Quiere decir que... cree que alguien trató de asesinar a Iona?

—No soy más que un simple policía, señor Lanzani —contestó el capitán con humildad—. El trabajo me ha enseñado a sospechar siempre lo peor. ¿Puedo serle sincero?

—Por favor —dijo Peter.

—Estoy desconcertado y, como amigo de los Sierra, me gustaría conocer su opinión.

—Haré todo cuanto esté en mi mano por ayudarlo.

—Antes permítame que le diga...—arrancó Vazquez tras asentir con la cabeza— y estoy seguro de que entiende que esto no puede salir de esta habitación.

Peter se limitó a inclinar la cabeza y dio un sorbo de café.

—Permítame que le diga —continuó el capitán— que Stevos formaba parte de una red de contrabando que opera en Lesbos.

—Debo reconocer que no me había pasado inadvertida tal posibilidad —Peter sacó un paquete de tabaco y le ofreció un cigarro a Vazquez.

—No es ningún secreto que un grupo está aprovechándose de la proximidad de la isla a Turquía para pasar opio a través del estrecho —dijo el capitán mientras se acercaba a Peter para que le encendiese el cigarro.

—¿Cree que a Stevos lo asesinó alguno de sus compinches?

—Es mi teoría —Vazquez dio una calada al cigarro y soltó humo placenteramente—. El que me preocupa es el cabecilla de la red. Un hombre brillante, he de reconocer. Es muy inteligente y hasta la fecha ha esquivado todas las trampas que se le han tendido. Se dice que no suele estar presente en los intercambios. Cuando lo está, va enmascarado.

—Algo he oído, como es lógico —murmuró Peter tras una nube de humo—. Aunque creo que tiene más de leyenda que de realidad. Un hombre enmascarado, contrabando... material para la imaginación.

—Es real, señor Lanzani, y la muerte de Stevos no tiene nada de imaginaria.

—Cierto, eso es verdad.

—Stevos no era un hombre listo. Lo estábamos vigilando con la esperanza de que nos condujera hasta el cabecilla. Pero... —Vazquez dejó la frase en el aire.

—Si me permite la pregunta, capitán, ¿por qué me cuenta todo esto? Entiendo que esta información sólo atañe a la policía.

—Usted es un hombre importante en nuestra comunidad —respondió Vazquez con serenidad—. Siento que Puedo confiar en su discreción.

«Viejo zorro», pensó Peter, y sonrió.

—Se lo agradezco. ¿Cree que este hombre enmascarado es de la isla?

—Creo que conoce la isla —matizó Vazquez—. Pero no creo que sea pescador.

—¿Alguien que trabaje en mis viñedos? —preguntó Peter y se contestó tras soltar una bocanada de humo—. No, no es probable.

—Por los informes que he recibido en relación con las actividades de la señorita Sierra en Atenas —continuó el capitán—, creo que ella sí está al corriente de la identidad del hombre que buscamos.

—¿Belen? —preguntó Peter con sumo interés.

—Soy de la opinión de que la señorita Sierra está muy involucrada en las operaciones de contrabando. Demasiado implicada para su propia seguridad. Si... —Vazquez hizo una pausa para corregirse—. Cuando salga del coma, la interrogaremos.

—Me cuesta creer que la prima de Agus pueda estar envuelta en algo así —contestó, aunque sabía que el capitán se estaba acercando demasiado a la verdad. Peter maldijo para sus adentros. Se estaba quedando sin tiempo—. Belen debería sentar cabeza. Es un poco alocada. Pero... contrabando, asesinato... No me lo creo —finalizó.

—Mucho me temo que alguien ha intentado asesinar a la señorita Sierra por saber demasiado. Usted la conoce mejor que yo. Dígame, señor Lanzani, ¿hasta dónde cree que sería capaz de llegar la señorita Sierra por amor... o por dinero?

—No creo que hiciera gran cosa por amor, capitán—Pero por dinero... Belen justificaría cualquier cosa por dinero —sentenció mirando a Vazquez a los ojos.

—Es usted sincero. Se lo agradezco. Quizá tenga la amabilidad de permitirme volver a charlar con usted sobre este asunto más adelante —dijo Vazquez sonriente, pero sin dejar de mirarlo a los ojos—. Debo confesar que me resulta de gran ayuda discutir mis problemas con un hombre como usted. Me permite poner las ideas en orden.

—Capitán, estaré encantado de ayudarlo en todo lo que pueda, por supuesto —dijo Peter sonriente y Vazquez se despidió.

Peter permaneció sentado un buen rato después de haberse quedado solo en el salón. Frunció el ceño mientras calculaba las opciones que tenía.

—Nos vamos esta noche —dijo cuando Nicolas entró.

—Es demasiado pronto. Todavía no es seguro.

—Esta noche —repitió Peter con autoridad—. Llama a Atenas e infórmalos del cambio de planes. Mira a ver si puedes hacer algo para quitarme de encima a Vazquez durante unas horas. Ha lanzado el cebo y está esperando que muerda —añadió al tiempo que entrelazaba los dedos, sin dejar de fruncir el ceño.

—Esta noche es demasiado arriesgado —insistió Nicolas—. En un par de días saldrá otro barco.

—En un par de días, Vazquez estará mucho más cerca. No podemos permitir que las cosas se nos compliquen ahora con la policía local. Y tengo que asegurarme —afirmó tajantemente—. No he llegado hasta aquí para cometer un error a estas alturas. Tengo que acelerar las cosas antes de que Vazquez empiece a atosigar a las personas equivocadas.

Que harà peter?
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