lunedì 13 agosto 2012

7 capitulo parte 3

Me sorprendieron con las firmas,chicas! Jaja Acà està la ultima parte del capitulo...Ahora me voy a dormir,firman asì manana hacemos MARATON


 

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Lali suspiró, satisfecha. Hacía casi una hora que habían ido al bar, donde habían consumido una bebida cómodamente sentados. Eran los únicos clientes que quedaban y el fuego de la chimenea ya se estaba apagando.

No sabía exactamente de qué habían hablado, porque el tiempo parecía haber volado, pero cada vez que había intentado olvidar su pacto para hablar sobre sus planes para el futuro y el perfume que pensaba crear, él la había interrumpido y había orientado la conversación por otros derroteros. Y durante todo el tiempo no había dejado de mirarla de un modo que...

-Parece que ya llevamos demasiado tiempo aquí -dijo con una sonrisa cuando el camarero se acercó a recoger sus vasos-. Será mejor que te acompañe a tu habitación -dijo a la vez que se levantaba.

El camino que llevaba al hotel a través de los jardines se curvaba inesperadamente y Lali tropezó con la raíz de un árbol que sobresalía un poco del suelo. De inmediato, Peter alargó una mano para sujetarla.

-Gracias -a pesar de la penumbra reinante, la luz de la luna permitió que Lali viera la expresión de Peter, y al captar la intensidad de su mirada sintió que su corazón latía más deprisa-. No había visto la raíz -dijo, tratando de sonar desenfadada.

-Me sorprende que el hotel no tenga mejor iluminada esta zona, pero también es de agradecer -replicó él con voz ronca.

-¿De agradecer? -repitió Lali. ¿Había dicho lo que creía? Su corazón se desbocó. Lo miró instintivamente y la hambrienta mirada que vio en sus ojos hizo que el mundo empezara a girar a su alrededor.

Muy despacio, Peter inclinó la cabeza hacia ella. Sadie esperó en silencio, sin apenas atreverse a respirar para no romper la íntima magia del momento.

Los labios de Peter tocaron los de ella, firmes, cálidos, seguros, haciéndola sentirse...

Haciéndola sentirse como una mujer, reconoció Lali, aturdida. Como una mujer muy deseable.

El apoyó una mano en la parte baja de su espalda y la atrajo hacia sí a la vez que deslizaba la otra tras su nuca.

Lali dejó escapar un tembloroso suspiro antes de entreabrir los labios ante el empuje de su lengua. Sintió el sólido tronco de un árbol contra su espalda a pesar de que no recordaba haber dado un paso atrás. La mano de Peter se deslizó de la parte baja de su espalda hacia la redondeada curva de su trasero para atraerla hacia sí.

Lali reconoció su erección con un arrebato de placer y reaccionó empujando contra él a la vez que lo rodeaba con sus brazos mientras su mente ya lo imaginaba acariciándole los pezones con la lengua...

Se estremeció violentamente ante sus propios pensamientos. ¿Qué le sucedía? No tenía por costumbre excitarse así con los hombres... ¿Qué había pasado con su moralidad, con su sentido común?

Peter estaba dejando un rastro de delicados besos en su cuello que la estaban volviendo loca. Y, juzgando por el modo en que la había tomado por las caderas y la estaba presionando contra su poderosa erección, él tampoco parecía precisamente inmune a ella, reconoció con un estremecimiento de placer femenino.

-Tal y como haces que me sienta podría tomarte aquí ahora mismo... -murmuró él junto a su oído y, de inmediato, las imágenes se volvieron aún más explícitas en la mente de Lali.

¿Dónde estaba la recatada Lali de siempre, que se habría escandalizado de inmediato al oír aquello? ¿Y por qué se estaba arrimando aún más a él en lugar de apartarse?

No lo sabía, y además le daba igual. De hecho, si decidiera llevar a la práctica lo que había dicho, no le habría puesto ninguna objeción...

Cuando él apoyó una mano en uno de sus pechos y comenzó a acariciarle el pezón por encima de la ropa con un pulgar, un gemido de placer escapó de su garganta y tuvo que morderse el labio para no pedirle que lo descubriera para exponerlo directamente a sus caricias.

Tensó los muslos frenéticamente al sentir el arrebato de deseo que experimentó.

Como si hubiera sentido lo que pensaba, León deslizó la mano entre sus piernas y comenzó a acariciarla rítmicamente con los dedos.

-Lali... -murmuró a la vez que tomaba una de sus manos y le hacía apoyarla contra su erección. Ella casi sollozó de placer al sentir su longitud y dureza. No sabía que pudiera existir un deseo como aquél, instantáneo, inmediato, hambriento, una necesidad que hacía olvidar todo lo demás y conducía a quien la experimentaba a saciarla como fuera.

Peter debía de pensar que carecía totalmente de experiencia si nunca había sentido algo así. No como él...

¿Cuántas veces lo habría experimentado? ¿Y con cuántas mujeres? Aquel pensamiento le produjo un arrebato de celos que hizo que el cuerpo se le pusiera rígido.

-¿Lali?

De pronto, ambos oyeron voces cercanas. De inmediato, él se agachó a tomar el chal que se había caído de los hombros de Lali. Luego, la tomó del brazo y la llevó de vuelta al sendero. Ella estaba temblando tanto que sentía, que se habría caído si él no la hubiera sujetado.

-No puedo creer que esté pasando esto -murmuró, incapaz de guardarse para sí sus sentimientos.

-¿No lo crees o no quieres creerlo? -preguntó él en tono retador. Al ver que ella no contestaba, añadió con más suavidad-: ¿Te ayudaría saber que lo que ha pasado me ha pillado tan desprevenido como a ti? No puedo simular que no he pasado toda la velada imaginando lo que sería tenerte en mi cama, pero...

-Yo... yo no pienso así -dijo Lali, que de pronto empezó a sentirse expuesta y vulnerable-. No tengo por costumbre hacer... este tipo de cosas. Puede que tú...

-¿Crees que me acuesto con una mujer distinta cada noche de la semana?-preguntó, desconcertándola-. ¿Es eso lo que ibas a decir?

Lali negó con la cabeza, avergonzada.

-No tengo ningún derecho a entrometerme en tu vida privada. Lo que sucede es que no quiero pensar que yo...

-Hace más de cinco años que no me acuesto con una mujer -dijo secamente-. No me parece bien que la gente vaya por ahí acostándose con el primero que aparece. Es vulgar y arriesgado. Lo que ha pasado ha sido...

-No tienes por qué darme explicaciones. Lo comprendo -dijo Lali rápidamente. Seguro que Peter iba a decirle que lo sucedido había sido un error, que las cosas se les habían ido de las manos.

-¿En serio? Ojalá pudiera decir yo lo mismo -replicó él en tono sombrío-. Ahora mismo... -se interrumpió y movió la cabeza mientras Lali contenía el aliento, sintiendo una mezcla de intensa curiosidad y temor ante lo que fuera a decirle.

Casi habían llegado a la puerta de su habitación.

-¿Tienes algún plan para mañana? -preguntó él de pronto.

Estaban casi tan cerca como hacía unos momentos, cuando se habían besado. Lali lo miró y sintió una vez más que su cuerpo estaba haciendo caso omiso de las advertencias de su mente.

-Bueno... en realidad no -contestó, y de inmediato se reprendió a sí misma. ¿Por qué no le había dicho que estaba ocupada, como habría hecho normalmente? ¿Qué le pasaba? Nunca en su vida había elegido el peligro por encima de la seguridad. No era su estilo.

Tal vez no lo había sido hasta que había conocido a Peter, se burló una vocecita en su interior.

-Quiero ir a ver una casa de campo que tengo intención de alquilar para este verano. ¿Por qué no me acompañas?

-¿Vas a pasar aquí todo el verano? -dijo Lali, que no pudo evitar una punzada de envidia al pensar en la posibilidad de pasar varias semanas disfrutando del sol y de una típica casa de campo provenzal.

-Sí. Tengo diversos intereses comerciales en el continente y la casa que planeo alquilar sería una base excelente desde la que trabajar.

-¿Una casa de campo? -preguntó Lali, escéptica.

-No pareces muy entusiasta al respecto. ¿No te gusta el campo?

Lali negó de inmediato con la cabeza.

-Me encanta.

-¿Entonces? ¿Por qué te parece raro que quiera alquilar una casa de campo?

-Es sólo que... No imaginaba que fueras una persona a la que le gustara el campo. Uno tiende a pensar que los hombres de negocios se sienten más a gusto en las grandes ciudades.

El se encogió de hombros.

-Es cierto que tengo un piso en Sidney y que resulta conveniente que así sea por mi trabajo, pero si pudiera elegir preferiría pasar el tiempo en la bodega que tienen mis padres en el campo. Papá ya está retirado, pero ya está hablando de sembrar más viñedos a pesar de que tiene mal el corazón y debería tomarse las cosas con mucha calma -se interrumpió y se disculpó-. Lo siento, pero supongo que no tengo por qué darte la lata contándote cosas de mi familia.

Lali estuvo a punto de admitir que no había nada que le apeteciera tanto como averiguar más cosas sobre él, pero no dijo nada.

-¿Y bien? -insistió él con suavidad.

Por un momento, Lali temió que le hubiera leído la mente y se ruborizó, pero enseguida comprendió que esperaba una respuesta a su invitación. Pero en lugar de rechazarla, como sabía que debería haber hecho, se oyó decir:

-Sí, gracias, me encantará ir contigo a ver la casa.

-Bien.

La mirada que le dedicó hizo que una peligrosa oleada de placer recorriera su cuerpo. Tuvo que contenerse para no rodearlo con los brazos por el cuello y besar sus tentadores labios.

La mirada que le dedicó hizo que una peligrosa oleada de placer recorriera su cuerpo. Tuvo que contenerse para no rodearlo con los brazos por el cuello y besar sus tentadores labios.

Apartó la mirada de su boca y trató de mirar un punto indeterminado por encima de su hombro. A pesar de todo siguió sintiéndose muy consciente de él y del anhelo que despertaba en ella. ¿De dónde había surgido aquella sensación casi dolorosa que la había dejado totalmente desmadejada y dependiente de la proximidad de aquel hombre?

Cuando en el pasado había contemplado la posibilidad de enamorarse jamás había imaginado nada parecido, y mucho menos con un hombre como León.

-Haz el favor de dejar de mirarme así -dijo él, casi con enfado-. De lo contrario voy a tener que besarte de nuevo, y te aseguro que esta vez no me conformaría sólo con eso.

Sadie se ruborizó intensamente.

-Yo... ¿a qué hora quieres que nos encontremos?

-Creo que todo resultaría más cómodo si desayunáramos juntos.

-¿Juntos? -Lali no pudo ocultar el repentino temor que reveló su tono:

-En el comedor, por supuesto -aclaró de inmediato-. A menos que...

-En... el comedor. Sí, por supuesto. A... ¿a qué hora?

Oyéndose vacilar de aquel modo, Lali se preguntó si sabría hasta qué punto le habría gustado tener el coraje necesario para estrecharlo entre sus brazos y besarlo de modo que le quedara bien claro dónde le habría gustado de verdad desayunar con él a la mañana siguiente.

Antes de que él pudiera adivinar lo que estaba pensando, abrió su bolso para sacar la llave.

Diez minutos después, a salvo en el interior de su habitación, con la puerta cerrada con llave, se dijo que era un auténtico alivio que no la hubiera presionado para acompañarla al interior, no una decepción.

A pesar de todo, iba a verlo a la mañana siguiente. Se aferró a su almohada con aquel pensamiento, perdida en las soñadoras fantasías con que su imaginación parecía empeñada en abrumarla.


 

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