giovedì 23 agosto 2012

12 capitulo


Hola chicas,subì solo porque no queria dejarlas sin capitulo hoy! No cumplieron con las firmas L
+9 FIRMAS Y OTRO

 
Franjas rosadas unían el mar y el cielo en el horizonte. El alba despuntaba con una brisa cálida y húmeda. Después de una noche de insomnio, era la mejor forma de empezar el día.
Lali paseaba por la orilla oyendo los primeros cantos de los pájaros. Así era como había planeado pasar las vacaciones: caminando por la playa, viendo puestas de sol, relajándose. ¿No era eso lo que su padre y Cande le habían metido en la cabeza?
Que se relajara. Que desconectara unas semanas y se diera un respiro.
Pero ni su padre ni Cande habían contado con Peter Lanzani.
Era un enigma de hombre y Lali no averiguaba la clave para descifrarlo. Su relación con el contrabando no encajaba con la imagen que tenía de él y Lali nunca había podido dejar un puzzle a medias.

Por otra parte, estaba Belen. También ella la intrigaba. La prima de Agus era algo más que una mujer con un carácter enojoso. Transmitía tensión, una inquietud enraizada en su interior. Y Agus sabía a qué se debía, pensó lali. Al menos, en parte. Y, si no se equivocaba, Benjamin también. Pero ¿de qué se trataba?, ¿ocultaba algo? La reacción de Belen a la charla sobre contrabando había sido totalmente distinta a la de Agus y Benja. Ellos se habían mostrado resignados, hasta parecía divertirlos. Pero Belen se había asustado. ¿Por qué?, ¿acaso era la primera vez que oía hablar del tráfico de opio? No, imposible.
Lali sacudió la cabeza. Quería olvidarse de cualquier problema y disfrutar de esa mañana. Aunque sólo fuera durante unas horas quería hacer todo aquello que había ido a hacer a Grecia. Buscaría conchas, decidió de pronto. Se subió los bajos de los vaqueros y se adentró en una cala sin profundidad.
Había por todas partes. En la arena y en el agua. Lali se agachó y se llenó los bolsillos de la chaqueta con las mejores.
De pronto, reparó en un cigarrillo negro medio enterrado (atencion a eso). De modo que Agus paseaba por ahí, pensó sonriente. Lali se imaginó a Cande y a su marido paseando de la mano por la cala.
Al cabo de un rato, ya no le cabían más conchas. Lali lamentó no haberse llevado una bolsa, pero se encogió de hombros y empezó a apilarlas para recogerlas más adelante. Cuando volviera a Estados Unidos, las pondría en una fuente, sobre el alféizar. Así, si alguna vez se sentía atrapada dentro de casa un día frío y lluvioso, le bastaría mirarlas para acordarse del sol de Grecia.
Había decenas de gaviotas. Sobrevolaban dando vueltas a su alrededor y chillando, pero a Lali le parecían las compañeras perfectas para una mañana solitaria. Poco a poco, fue recuperando la sensación de paz interior que había experimentado tan fugazmente la primera noche que había bajado a la playa, bajo la luz de la luna.
La recolección de conchas la había alejado un buen tramo de la playa. De pronto, vio la entrada de una cueva y sonrió. No era grande, estaba casi escondida, pero Lali pensó que merecía la pena explorarla. Entonces cayó en la cuenta de que sus vaqueros eran de color blanco y decidió limitarse a asomar la cabeza y volver en otra ocasión. Avanzó, dejando que el agua le acariciara los gemelos. Se agachó a recoger otra concha. Miró hacia la cueva y, de repente, se le heló la sangre.
Una cara pálida brillaba en el agua. Lali quiso gritar, pero no le salió la voz. Estaba muerta de miedo. Nunca había visto un muerto tan de cerca. Retrocedió unos pasos con torpeza, tropezó con una roca y estuvo a punto de caerse. Consiguió recuperar el equilibrio, pero sintió que la cabeza le daba vueltas. No, pensó espantada. No podía desmayarse allí, con aquel cadáver a menos de un metro. Se dio la vuelta y salió corriendo.
Fue corriendo, trastabillando sobre la arena y las rocas, sin más pensamiento en la cabeza que alejarse de allí. Por fin dejó atrás la cala, pero nada más salir de la playa, unas manos la sujetaron con fuerza. Lali se revolvió, aterrada por la mera idea de que el cadáver se hubiese levantado y hubiese ido tras ella.
—¡Para!, ¡maldita sea! Acabaré haciéndote daño otra vez, Lali. ¿Se puede saber qué pasa?
La estaban agitando por los hombros. Poco a poco, una voz familiar penetró el velo de confusión que la aturdía. Levantó la cabeza y vio el rostro de Peter.
—¿Peter? —dijo casi sin voz. Volvió a marearse, sintió ganas de vomitar y se dejó caer sobre él. Le temblaba el cuerpo entero, pero sabía que estaba a salvo—. Peter —repitió, como si el mero hecho de pronunciar su nombre pudiese protegerla.
Peter la agarró con firmeza para evitar que se cayera al suelo. Estaba pálida, horrorizada. En cualquier momento podía desmayarse o ponerse a gritar, presa de un ataque de histeria.
—¿Qué ha pasado? —preguntó en un tono que exigía una respuesta.
Lali abrió la boca, pero descubrió que sólo podía mover la cabeza. Cerró los ojos, como tratando de bloquear lo que había visto. Todavía no había recuperado el aliento. Pero ya no corría peligro, se dijo entre sollozos. Peter la defendería.
—Tranquilízate y dime qué ha pasado —insistió él.
—No puedo —Lali se acurrucó contra el pecho de Peter, pero éste la apartó con brusquedad.
—Te digo que me expliques qué te ha pasado —dijo con frialdad.
Sorprendida por el tono de Peter, abrió los ojos y volvió a intentar hablar; pero oyó unos pasos y se apretó contra él de un respingo.
—Hola, ¿interrumpo?
Lali reconoció la voz alegre de Pablo a sus espaldas, pero no se giró a mirar. No podía parar de temblar.
¿Por qué estaba enfadado con ella?, ¿por qué no la ayudaba?, se preguntó Lali mientras trataba de respirar con normalidad. Dios, necesitaba que Peter la ayudase.
—¿Pasa algo? —preguntó Pablo con una mezcla de preocupación y curiosidad al ver la expresión sombría de Peter.
—No estoy seguro —dijo éste—. Me he encontrado con Lali. Estaba corriendo como si la vida le fuese en ello, pero no he conseguido que me diga nada. Venga, cuéntamelo —añadió, dirigiéndose a ella.
—Allí... —arrancó Lali—. En la cueva... Peter, por favor —finalizó, incapaz de articular dos frases seguidas.
—Echaré un vistazo.
—¡No te vayas, por favor! —exclamó desesperada. Hizo ademán de agarrarlo, pero Peter la esquivó y la lanzó en brazos de Pablo.
—¡Maldita sea!, ¡haz que se calme! —gruñó Peter justo antes de echar a andar.
—¡Peter! —Lali trató de desembarazarse de Pablo, pero no lo consiguió. Se llevó una mano a la boca para no volver a llamarlo. Peter no se molestó en mirar hacia atrás en ningún momento.
La estaban abrazando. Pero no eran los brazos de Peter.
—Vamos, ya pasó —le dijo Pablo al tiempo que le acariciaba el pelo—. Fantaseaba con abrazarte, pero no en estas circunstancias.
—Pablo... —murmuró ella—. Ha sido horrible —añadió justo antes de romper a llorar.
—Cuéntame qué ha pasado. Dilo rápido. Así te será más fácil —dijo con suavidad sin dejar de acariciarle el pelo.
—Hay un muerto en la entrada de la cueva —explicó ella después de exhalar un suspiro tembloroso.
—¡Un muerto! —Pablo le dio la vuelta para mirarla a los ojos—. ¡Dios!, ¿estás segura?
—Sí, sí, lo he visto. Estaba... —Lali se cubrió la cara con las manos hasta que calculó que podía seguir hablando.
—Tranquila, no te apures —la serenó Pablo—. Deja que salga.
—Estaba recogiendo conchas en la playa. Vi la cueva, Fui a echar un vistazo y... —Lali sintió un escalono—. Entonces vi la cara, debajo del agua.
—Dios —Pablo la abrazó de nuevo y la apretó con fuerza contra el pecho. No dijo nada más, pero le dio todo el apoyo y cariño que necesitaba.
Peter regresaba a paso ligero. Frunció el ceño al ver a Lali entre los brazos de su primo.
—Pablo, llévate a Lali a la villa de los Sierra y llama a las autoridades. Un hombre ha tenido un accidente mortal.
—Sí, ya me lo ha dicho —contestó Pablo asintiendo con la cabeza—.Ya es mala suerte que lo haya descubierto ella. ¿Vienes con nosotros?
Peter miró a Lali al tiempo que ésta se giraba hacia él. Odió la expresión que vio en su cara: el miedo, el dolor. Lali no lo perdonaría con facilidad después de aquello.
—No, me quedaré para asegurarme de que nadie más se lo encuentra. Lali... —Peter le tocó los hombros y sintió que se detestaba. Ella no respondió. Había dejado de llorar y tenía los ojos perdidos, sin vida—. Estarás bien. Pablo te llevará a casa.
Sin decir palabra, Lali se dio la vuelta.
—Cuida de ella —le ordenó Peter a Pablo.
—Seguro —murmuró éste, sorprendido por el tono imperativo de su primo—.Vamos, Lali, apóyate en mí.
Peter los miró subir las escaleras de la playa. Cuando los perdió de vista, regresó a vigilar el cadáver.

 
Ay no,pobre lali..ella encuentra siempre problemas!Peter que hizo?Ahora lali que harà con el?
ADELANTO:Lali se enoja con peter,llega el comisario Vazquez
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