26 capitulo parte 2

Hola,buen diaaa!!!

Que linda la twitcam de ayer!Peter me respondiò dos veces J #Feliz

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Peter hizo un esfuerzo sobrehumano por controlarse, pues no había nada que deseara más en aquel instante que estrujarla contra él y suplicarle, como nunca le había suplicado a nadie, por lo que Lali estuviese dispuesto a ofrecerle.

—Pues así será, Afrodita. Sigue con tus jueguecitos con Benjamin, si quieres; pero mucho cuidado con Pablo. Mucho cuidado o te romperé ese cuello tan bonito que tienes.

—No me amenaces. Veré a Pablo tanto como quiera —Lali se apartó el pelo y lo fulminó con la mirada—. No creo que le gustase saber que intentas protegerlo. Me ha pedido que me case con él.

Con un movimiento veloz, levantó a Lali y la incrustó contra su pecho. Lali pataleó, pero no consiguió nada aparte de terminar los dos calados.

—¿Qué le has dicho?

—No es asunto tuyo —replicó ella forcejando. A pesar de que en el agua era escurridiza como las anguilas, no consiguió liberarse—. ¡Suéltame! No puedes tratarme así.

La furia lo estaba devorando. No, se negaba a quedarse de brazos cruzados viendo cómo elegía a otro hombre.

—¡Qué le has dicho! —repitió en tono imperativo.

—¡Que no! —gritó ella, más rabiosa que asustada—. ¡Le he dicho que no!

Peter se relajó. Los pies de Lali volvieron a tocar el suelo mientras él componía una sonrisa tensa. De pronto, vio que estaba pálida y se maldijo. ¿Acaso no sabía hacer otra cosa aparte de herirla? ¿Y ella?, ¿tampoco sabía hacer otra cosa aparte de herirlo a él? Si no hubiese tantos obstáculos, si pudiese tirarlos abajo... sería de él.

—De acuerdo. Pero estaré vigilándoos. Pablo es un chico inocente todavía —dijo Peter con voz trémula, aunque Lali no tuvo forma de saber si le temblaba de pánico o de rabia. Luego la soltó, consciente de que tal vez fuese la última vez que la tocara—. Supongo que no le has contado lo del amante que has dejado en Estados Unidos.

—¿Amante? —Lali retrocedió un paso para poner distancia—. ¿Qué amante?

Peter levantó el medallón que colgaba de su cuello y lo soltó antes de ceder a la tentación de arrancárselo de un tirón.

—El mismo que te dio esta chatarra que tanto valoras. Es sencillo adivinar que no estás sola cuando llevas la marca de otro hombre.

Lali agarró el pequeño medallón de plata. No había imaginado que pudiera hacerla enfadar más de lo que ya lo estaba. Pero Peter lo había conseguido.

—La marca de otro hombre —repitió ella con un susurro venenoso—. ¡Típico de ti! A mí nadie me marca, Peter. Nadie, aunque lo quiera.

—Disculpe usted, Afrodita —se burló él—. Era una forma de hablar.

—Me lo dio mi padre —explicó Lali sin soltar el medallón—. Me lo dio cuando tenía ocho años y me rompí un brazo al caerme de un árbol. Es la persona más amable y cariñosa que he conocido. Y tú, Peter Lanzani, eres estúpido.

Lo sorteó y echó a andar hacia la orilla, pero Peter reaccionó y la detuvo de nuevo cuando el agua le llegaba a los tobillos. A pesar de sus protestas, la obligó a darse la vuelta y hundió los ojos en los de ella. Casi no podía respirar, pero no era de ira; necesitaba una respuesta y la necesitaba de inmediato, antes de explotar.

—¿No tienes un amante en Estados Unidos?

—¡Te he dicho que me sueltes! —gritó Lali. Estaba preciosa enfadada. Los ojos le echaban chispas y la piel le brillaba bajo la luna. Levantó la barbilla retándolo a desafiarla. En aquel momento, Peter pensó que podría haber muerto por ella.

—¿Tienes un amante en Estados Unidos? —le preguntó de nuevo, pero mucho más sereno.

—No tengo un amante en ninguna parte —contestó ella orgullosa.

Peter soltó un gruñido que sonó como un rezo y la levantó de nuevo, pegándola contra su pecho. Tenían la ropa empapada y Lali sintió el calor de su cuerpo como si estuviesen desnudos. Contuvo la respiración mientras observaba el brillo triunfal de los ojos de Peter. —Ahora lo tienes.

Se apoderó de su boca y la dejó sobre la arena.

Fue un beso ardiente, desesperado. Lali seguía enfadada, pero aceptó su pasión con avidez. Un segundo después, notó que le estaba quitando la camisa, como si Peter no pudiese soportar la más mínima separación entre ambos.

Lali sabía que siempre sería un amante fogoso. Que siempre la amaría con intensidad, sin pensar, sin razonar. Y era una maravilla. No podía negar que lo deseaba. Lali echó mano a los botones de la camisa de Peter, deseosa también de estar piel contra piel. Lo oyó reírse con la boca pegada a su cuello.

El bien y el mal habían desaparecido. El deseo era demasiado fuerte. Y el amor. Incluso en medio del fragor, Lali supo que lo amaba. Había estado esperando un amor así toda la vida. Y aunque no entendía por qué podía ser Peter el elegido, no era momento para pensarlo. Lo único que sabía era que, por poco que le gustara a que se dedicaba, era a él a quien quería. Lo demás no importaba.

Peter capturó sus pechos desnudos, gruñó y volvió a aplastar los labios contra los de ella. Era tan suave y delicada... Intentó no hacerle ningún moretón, pero la deseaba con un salvajismo que le impedía mantener las riendas. Jamás había querido a una mujer así. No de ese modo. Ni siquiera la primera vez que se había acostado con ella se había sentido con tanto poder.

Lali lo estaba consumiendo. Y su boca... ¡Dios!, ¿alguna vez se saciaría del sabor de su boca? Buscó un pecho y le dio un pequeño mordisco.

Lali se arqueó y le clavó los dedos en el pelo. Peter estaba murmurando algo, pero respiraba tan entrecortadamente como ella y no lo entendió. Cuando la besó de nuevo, no necesitó entender nada. Notó cómo le bajaba los vaqueros y estaba tan enloquecido que no se dio cuenta de que ella había empezado a bajarle los de él antes. Lali sintió que la piel se le incrustaba contra los huesos de Peter. Después se dejó acariciar por todo el cuerpo, no con la furia de la noche anterior, sino posesivamente, sin dulzura, pero sin fiereza tampoco. La recorrió con las manos y los labios como si nadie tuviese más derecho que él a tocarla. Le introdujo los dedos entre las piernas y Lali soltó un grito de placer; luego emitió un gemido atormentado al notar que Peter paraba.

Seguía besándola por todas partes, torturándola con la lengua, haciéndola enloquecer con los dientes. Era como si Peter supiese dar placer a cada centímetro de su cuerpo.

Estaba atrapada entre arena fría, agua fría y una boca caliente. La luna brillaba, bañaba el mar de reflejos blancos, pero ella estaba presa de la oscuridad. A lo lejos, entre los cipreses, se oyó el canto de un búho. Un canto que podría haber sido el suyo propio. Lali saboreó la sal impregnada a la piel de Peter; sabía qué este la estaba saboreando también en la de ella. De alguna manera, esa pequeña intimidad la hizo aferrarse a Peter más todavía.

Quizá fuesen los únicos destinados a ser amantes el resto de sus vidas, sin necesitar a nadie más para sobrevivir. El olor de la noche la embriagaba. El olor de Peter. Para ella, siempre serían el mismo.

Entonces dejó de oír, dejó de saber, cuando Peter la llevó más allá de la razón con su boca.

No lo soltaba, lo agarraba exigiéndole, rogándole que la condujera hasta el borde del precipicio y luego avanzara un poco más. Pero Peter esperó, le negó el último alivio, se demoró recreándose y dándole placer hasta que Lali pensó que su cuerpo explotaría de la presión que estaba soportando.

Con un beso feroz, silenció sus gemidos y la empujó un centímetro más hacia el abismo. Aunque notaba que el corazón de Peter latía tan rápido como el de ella, parecía como si estuviese dispuesto a permanecer allí de por vida, un instante, una hora, suspendido entre el cielo y el infierno.

Cuando por fin estallaron, Lali no supo con certeza de qué lado habían caído; sólo que se habían caído juntos.

 

Que capitulon jajaja

ADELANTO:En el proximo capitulo,peter va a decir quien es!

Asì van a entender....quiero muchas firmas por el proximo capitulo,eh!jaja

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