mercoledì 22 agosto 2012

9 capitulo




Acà està el capitulo..disfrutenlo!
P.S.Lali no fue confundida con nadie,peter y el otro hombr estaban esperando alguien pero no para hacerle lo que hicieron con lali! ;)

+8 FIRMAS Y OTRO
La casa estaba en silencio. La mañana había amanecido tranquila y Lali acogió de buen grado la orden de Cande de salir sola a disfrutar de la playa. Quería evitar la compañía de Belen y, aunque no le gustara admitirlo, no creía que pudiese soportar una conversación distendida con Cande sobre la cena de la noche anterior. Su amiga esperaría que hiciese algunas observaciones ingeniosas sobre Peter y Lali no se sentía con ganas para seguirle el juego. Por suerte, Benja estaba trabajando con Agus y no podía hacerle compañía, de modo que salió sola.
Necesitaba un poco de soledad para ordenar ideas y aclararse. En los últimos días, había acumulado unas cuantas cosas en las que pensar. Y había decidido que había llegado el momento de resolverlas, una a una.
¿Qué habría estado haciendo Peter Lanzani en la playa aquella primera noche? Le había parecido que olía a sal, lo que significaba que había estado en el mar. Recordaba el ruido de un motor. Había asumido que sería de un pescador, pero Peter no se dedicaba a la pesca. Lo había notado desesperado por que no lo vieran; suficientemente desesperado como para llevar un cuchillo. Todavía podía ver la expresión de su cara mientras estaba tumbada debajo de él a la sombra de los cipreses. En caso necesario, Peter habría llegado a utilizar el cuchillo.
De alguna manera, tomar consciencia de esto la inquietaba más en ese momento que cuando no lo conocía. Lali le dio una patada a una piedra y bajó malhumorada las escaleras de la playa.

¿Y quién estaba con él?, se preguntó. Alguien había obedecido sus órdenes sin vacilar. ¿Quién había usado las escaleras de la playa mientras Peter la retenía prisionera entre los arbustos?, ¿Agus?, ¿el hombre que le alquilaba la casa de campo a Peter? Frustrada, Lali se descalzó y empezó a caminar sobre la arena caliente. ¿Por qué iba a estar dispuesto a matar a nadie antes que dejar que lo descubrieran? Por otra parte, podía haber sido cualquier persona: algún miembro del servicio doméstico de las villas, algún intruso...
No debía precipitarse, se recordó Lali mientras levantaba arena con el pie. Tenía que analizar la situación con serenidad. En primer lugar, ¿tenía lógica suponer que las pisadas que había oído pertenecían a alguien que también había estado en el mar? Lali creía que sí. Después decidió que, quienquiera que hubiese sido, la persona debía de haberse dirigido hacia alguna de las villas o casitas de campo cercanas. ¿Por qué, si no, los había encontrado en esa zona en concreto de la playa? Era una conclusión razonable, se dijo mientras paseaba sin rumbo. Y entonces, ¿a qué se habría debido el empeño de Peter por evitar que lo vieran?
Contrabando. Era evidente. Obvio. Pero se negaba a dar credibilidad a tales palabras. No quería pensar que Peter estuviese implicado en un negocio tan sucio. A pesar de lo enojada y resentida que estaba con él, Lali había percibido algo totalmente diferente en Peter. Tenía algo... algo que no era capaz de precisar con palabras. Fortaleza, quizá. Era la clase de hombre en quien uno podía apoyarse cuando nadie más podía ayudar. Lali quería darle un voto de confianza. No tenía sentido, pero era así.
Con todo, ¿sería un traficante?, ¿habría creído que había visto algo delictivo? ¿Pertenecerían las pisadas que había oído a algún agente de policía?, ¿o a otro traficante?, ¿a un enemigo quizá? Si Peter había creído que ella podía ser una amenaza, ¿por qué no la había matado con el cuchillo? Si realmente era un asesino frío y calculador... no. Lali sacudió la cabeza. No estaba de acuerdo con esa descripción. Aunque estaba casi segura de que Peter podía llegar a matar, no lo consideraba frío en absoluto. Lo que no hacía sino multiplicar los problemas.
Una espiral de preguntas y respuestas se enredaban en su cabeza. Preguntas tenaces, respuestas inquietantes. Lali cerró los ojos y respiró profundamente. Esa misma tarde le preguntaría y lo obligaría a que contestase sin rodeos, se prometió. No podía negarse a darle alguna explicación. Lali se sentó en la arena, apretando las rodillas contra el pecho. Ella estaba tan tranquila cuando él había aparecido para complicarlo todo.
—¡Hombres!
—Me niego a tomarme eso como una crítica personal.
Lali giró la cabeza y se encontró mirando una sonrisa abierta y amistosa.
—Hola, parece que está enfadada con todo mi género —continuó el desconocido. Se levantó de una roca y se acercó a Lali. Era alto y esbelto, con rizos castaños despeinados y una cara bronceada que transmitía juventud y fuerza al mismo tiempo—. Pero creo que merece la pena arriesgarse. Soy Pablo Martinez —se presentó mientras tomaba asiento, todavía sonriente, al lado de Lali.
—¿Pablo Martinez —repitió ella—. ¿Poeta o pintor? Cande no estaba segura —añadió, ofreciéndole una sonrisa.
—Poeta —contestó él poco convencido—. O al menos eso me digo.
Lali se fijó en el cuaderno que Pablo tenía en las manos.
—Lo he interrumpido. Estaba escribiendo... Perdón.
—Al contrario: su presencia es toda una inspiración. Tiene usted una cara muy especial.
—Me lo tomaré como un piropo —comentó ella.
—Señorita, su cara es el sueño de cualquier poeta —Pablo la contempló unos instantes—. ¿Tiene usted algún nombre o va a desaparecer en medio de una bruma dejándome embrujado?
—Lali —contestó ésta, complacida con tan complicado piropo—. Lali Esposito. Y dígame, señor Martinez, ¿es usted buen poeta?
—Pablo. Y, respondiendo a su pregunta, no puedo decir que no —dijo él sin dejar de mirarla—. La modestia no es una de mis virtudes. Has dicho Cande. Supongo que te refieres a la señora Sierra. ¿Estás alojándote en su casa?
—Sí, durante unas semanas —contestó Lali, a la que, de pronto, se le pasó por la cabeza una posibilidad—. ¿Estás viviendo en la casa de campo que Peter Lanzani alquila?
—Exacto. Aunque, en realidad, me sale gratis —Pablo soltó el cuaderno, pero empezó a hacer dibujos en la arena, como si no pudiese dejar las manos quietas—. Somos primos. No por la parte griega. Nuestras madres son parientes.
—Así que su madre es estadounidense —murmuró Lali. Eso, al menos, explicaba la desenvoltura de Peter con el idioma.
—De San Francisco —dijo Pablo—. Se volvió a casar después de que el padre de Peter muriese. Vive en Francia.
—Así que estás visitando Lesbos y a tu primo al mismo tiempo.
—La verdad es que Peter me ofreció asilo vacacional cuando se enteró de que estaba escribiendo un poema épico, un poco homérico, ya sabes —los ojos de Pablo, más azules que los de ella, la miraban con intensidad. Lali no percibía en su cara nada que pudiera relacionarlo con Peter—. A mí me apetecía pasar una temporada en Lesbos, así que acepté encantado. La casa de Safo. La poesía y la leyenda siempre me han fascinado.
—Safo —repitió Lali, olvidándose de Peter—. Ah, sí, la poetisa.
—La Décima Musa. Vivía aquí, en Mitilini —Pablo miró hacia la playa con cara soñadora—. Me gusta pensar que la casa de Peter está en el acantilado desde el que se tiró al mar, desesperada por el amor de Faón.
—Una idea interesante —Lali miró hacia la irregular estructura gris—.Y supongo que su espíritu sigue flotando sobre la casa en busca de su amor. Desde luego, es una casa perfecta para una tragedia poética.
—¿Has estado dentro? —preguntó Pablo—. Es fantástica.
—No, Peter me hará una visita guiada esta tarde —contestó ella con desenfado mientras maldecía para sus adentros en varios idiomas.
—¿Una visita guiada? —Pablo la miró intrigado—. Debes de haberle causado una tremenda impresión. Claro que tampoco me extraña. Peter siempre ha sido un gran amante de la belleza.
Lali esbozó una sonrisa poco expresiva.
—¿Sueles escribir en la playa? A mí me encanta pasear sobre la arena —comentó entonces. Lali dudó antes de añadir—: Hace un par de noches estuve dándome un baño a la luz de la luna.
No advirtió sorpresa ni tensión en el rostro de Pablo, el cual se limitó a sonreír.
—Lamento habérmelo perdido. Y sí, suelo estar por esta parte de la isla. Aquí, arriba en los acantilados, en los viñedos. Según me apetezca.
—Yo también quiero explorar un poco los alrededores —dijo Lali.
—Cuenta conmigo si necesitas un guía —se ofreció Pablo—. Ahora mismo ya me conozco esto tan bien como cualquier nativo. Si quieres compañía, no te resultará difícil encontrarme por aquí o en la casita de campo. No está lejos.
—Suena bien —dijo ella con un brillo divertido en los ojos—. ¿No tendrás una cabra por casualidad?
—Eh... no.
Lali rió al ver la cara de Pablo y le dio una palmadita en la mano.
—No intentes entenderlo —le recomendó—.Y ahora, será mejor que me cambie para la visita guiada.
Pablo se levantó con ella y le agarró una mano.
—Volveremos a vernos —dijo en tono afirmativo más que interrogante.
—Seguro. La isla es muy pequeña.
Pablo sonrió mientras le soltaba la mano. Luego la miró alejarse hasta perderla de vista y volvió a sentarse sobre una roca, mirando al mar.
Se conocieron pablo y lali!
ADELANTO:Lali visita la casa de peter...que pasarà?
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