sabato 21 luglio 2012

Primer capitulo Adoracion selvaje





Bueno,como les dije acà està el primer capitulo,ya que ustedes
cumplieron ;D

Recomendan la nove asì mas personas firman, mas rapido subo otro capitulo

Veo muchas visitas y pocas firmas,si no hay 5 firmas no hay capitulo
P.S En el proximo capitulo va a haber laliter del pasado (flashback)
CAPITULO 1

Lali abrió la puerta trasera y salió. El aire olía a nieve y la joven lo aspiró, disfrutando de su frescura mientras contemplaba el gris cielo invernal.
Más allá del jardín podía apreciar el panorama de campos de labranza, intercalados con secciones de bosque y, como fondo, las colinas del Border, con sus cimas ya blanqueadas por la primera nevada de ese invierno. Todo parecía muy quieto e inmóvil bajo el frío aire de enero; aquello era muy diferente de Londres y la vida que ella había llevado allá, pero también le resultaba conocido, familiar. Después de todo, había pasado los primeros diecisiete años de su vida cerca de esas colinas fronterizas, y los últimos ocho lejos de allí, excepto por sus breves visitas a la casa paterna.
Llegó al borde del jardín y permaneció allí un momento, contemplando a su padre, quien lanzaba el resto de la hojarasca a la fogata que había encendido. Llevaba puesta la misma ropa que Lali recordaba desde sus años de adolescencia; prendas holgadas y viejas. El anciano se volvió y le dedicó una sonrisa cariñosa al verla.
—Ya está listo el almuerzo —anunció la muchacha.
—Estupendo, tengo hambre. Sólo apagaré la hoguera y luego los alcanzo.
Lali había heredado la elevada estatura de su padre y los enormes ojos verdes de los ancestros celtas de su madre; así como la abundante cabellera de color castaño rojizo y el ánimo belicoso. Los escoceses e ingleses habían reñido y se habían casado en aquella frontera durante muchos siglos, pero la familia de su madre había salido de las tierras altas, y su progenitora lamentaba a veces que Lali hubiese heredado el feroz espíritu guerrero de sus parientes.
La chica esperó a que su padre terminara de apagar el fuego.
—¿Sabes una cosa, hija? —dijo él—. Me alegro de tenerte en casa; aunque hubiera preferido que fuese en circunstancias más felices. No tienes que quedarte ¿sabes? Tu madre.
—Quiero quedarme —lo interrumpió la joven con firmeza —. Habría venido aun si a mamá no la hubieran operado. En Londres es fácil perder el contacto con la realidad, con todo lo que es de verdad importante en la vida —suspiró y se puso seria—. Renuncié a mi empleo, papi.
Durante la angustiosa llamada telefónica que su padre le hizo, para avisar que su madre había tenido que ser operada de emergencia, no había tenido la oportunidad de darle esa noticia, pero ahora que había pasado lo peor y que su progenitora estaba fuera de peligro y de regreso en casa, era el momento de que Lali hablara de sus planes.
—Pero parecías muy contenta de trabajar para Benja Galvin —protestó su padre—. Cuando nos visitaste, el verano pasado, parecías muy satisfecha.
—Lo estaba, pero Benja fue invitado a escribir la música para una película estadounidense y tiene que viajar a Hollywood. Me pidió que lo acompañara, pero no acepté, de modo que presenté mi renuncia.
Rezó para que su padre aceptara esa explicación, sin pedir mayores detalles. Lo que le había dicho era, en efecto, la verdad, pero había mucho más que le había ocultada.
Por ejemplo, nada le dijo sobre el afán de Benja en que se hicieran amantes. Se estremeció ligeramente, y no a causa del frío… No amaba a Benja, pero era un hombre muy atractivo y viril; reconocía que si él no hubiera cejado en sus intentos de seducirla... habría estado muy tentada a ceder y se hubiera despreciado por haberse entregado a él. No era ciega ni tonta; sabía que Benja era infiel a su esposa, Mery, y que ella aceptaba sus aventuras con otras mujeres como el precio que debía pagar por estar casada con un hombre cuyas habilidades artísticas lo habían hecho famoso a nivel mundial, antes de cumplir los treinta años.
Las correrías con que se deleitaba Benja no tenían valor emocional alguno; era un hombre muy sensual y apasionado a quien le gustaban las mujeres, y Lali reconocía, con vergüenza, que hubo momentos en los que se vio impelida a ceder a la tentación, acuciada por el enorme magnetismo sexual del músico.
Había trabajado para él durante cuatro años, y llegó a ser bien aceptada por Mery y sus hijos, casi como un miembro honorario de la familia. Lali sabía lo que los amoríos de Benja provocaban en su hogar y lo que menos deseaba era lastimar a los miembros del mismo, de manera que había hecho lo único que le pareció factible: escapar de allí.
Había avisado a su jefe, poco antes de Navidad, que iba a renunciar. Benja no tuvo necesidad de preguntar por qué y la joven recordaba aún la forma en que su boca se había apretado con ira y desdén. Había en él una faceta infantil que no le permitía aceptar el rechazo y en consecuencia se valió de su punzante lengua para destruir, sin piedad las defensas de la joven, llevándola al borde de las lágrimas y la rendición, pero de alguna manera, ella logró controlarse.
Una amarga sonrisa curvó sus labios. Sabía a quién debía su autocontrol, pues la capacidad que tenía para resistir el llamado de los instintos, la había empezado a adquirir ocho años antes, como fruto de la decepción.
Pasó la Navidad sola, a pesar de las insistentes invitaciones de Mery, y luego, cuando llegó a creer que su soledad y abatimiento podrían hacerla ceder y aceptar la invitación, recibió la llamada de su padre comunicándole la triste noticia del colapso materno.
Partió hacia la casa paterna de inmediato y, ahora que se encontraba allí, pretendía quedarse. Estaba más calmada, segura y a gusto de lo que se había sentido en mucho tiempo. Su madre iba a necesitar amorosos cuidados, por lo menos durante dos meses, tiempo suficiente para que la joven pensara en lo que haría el resto de su vida.
Podría incluso trabajar con su padre, en su oficina de abogado rural, si era necesario, pues la secretaria que él tuvo durante treinta años estaba a punto de jubilarse.
Sabía que había tomado la decisión correcta, la única posible. Si hubiera permanecido en Londres, Benja habría hallado la forma de persuadirla de que lo acompañara a Hollywood, en apariencia, como asistente particular pero ella sabía que acceder a ir con él a los Estados Unidos, hubiera significado aceptar su deseo de tener una aventura con ella.
De modo que cortó de manera definitiva todos sus vínculos con Londres; dejó el apartamento y renunció a sus nuevas amistades. Fue muy perturbador darse cuenta de los pocos amigos que había hecho en sus ocho años de estancia en la gran ciudad, pero ella fue siempre un poco reservada y cautelosa en sus relaciones, sobre todo después de aquel desastroso verano, cuando tenía diecisiete años.
Volvió a apretar los labios al abrir la puerta trasera y entrar en la tibia cocina.
La casa de sus padres, muy aislada, estaba situada al final de un estrecho sendero rural, a unos quince kilómetros del poblado donde su padre practicaba la abogacía. Sus progenitores llegaron allí poco después de su matrimonio, cuando su padre inició una sociedad con otros abogados para abrir el bufete; ahora, los otros socios habían muerto o estaban jubilados y su padre dirigía el negocio con la sola ayuda de un empleado.
La casa era una sólida construcción de piedra; el poblado, con su escuela y vicaría, estaba a menos de un kilómetro y medio de distancia y Lali podía recordar con claridad las largas caminatas invernales hasta la parada del autobús donde ella, de adolescente, esperaba con otros chicos la llegada del transporte escolar. Esos habían sido buenos días hermosos; la vida era sencilla entonces y ella fue feliz, aunque un poco solitaria, pues los demás chicos la hostigaban y se burlaban de ella, llamándola "zanahoria" debido al color de su cabello.
Lo pasado era pasado, se recordó, mientras se ocupaba en poner la mesa para el almuerzo. Ya había subido a ver a su madre y supervisado la frugal comida que le tenían permitida por el momento.
—Recibí un mensaje de la clínica esta mañana, avisando que el médico vendría a ver a mamá esta tarde. ¿Todavía los atiende el doctor Broughton? —inquirió la joven cuando su padre se sentó a la mesa.
—No. ¿No te lo dijo tu madre? Alan Broughton se jubiló poco antes de Navidad. Peter Lanzani es nuestro médico ahora.

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