mercoledì 25 luglio 2012

5 CAPITULO DE ADORACCION SALVAJE

No fue porque quisiera impresionar a Peter por lo que se afanó, de forma especial, en su arreglo esa noche, se dijo mientras se ponía un elegante vestido que había comprado en Londres, a instancias de Benja.

A pesar de que la cubría de pies a cabeza, la prenda estaba diseñada para mujeres que deseaban impresionar a un hombre. Lo cual era, sin duda, la razón por la que Benja la había convencido de que la comprara, pensó Lali con una sonrisa irónica, mientras evocaba las dudas que la asaltaron cuando se lo probó. Eso había sido antes de que Benja le confesara sus intenciones; apretó ligeramente los labios al tiempo que se secaba sus rebeldes rizos.

Luego se puso el maquillaje; apenas un poco de sombra verde en los párpados y después rimel, para oscurecer las puntas doradas de las pestañas. Usó rubor para enfatizar los pómulos y apenas un poco de lápiz labial. Se puso de pie y se calzó los zapatos de tacón alto, sonriendo a su imagen en el espejo.

Sí… Esa era la mujer madura del presente, no la chiquilla que Peter había humillado; nadie que la viera ahora podría dudar de su madurez. Al alejarse del espejo no vio la sombra de vulnerabilidad que oscureció sus ojos, ni el leve temblor de sus labios.

El señor Esposito alzó un poco las cejas al verla entrar en la cocina, pero estaba tan familiarizado ya con la ropa londinense de su hija y su sofisticación que no hizo comentario alguno. Lali sacó el estofado del refrigerador y comenzó los preparativos para la cena. No podría evitar sentarse a la mesa con su padre y Peter, pero tenía la intención de que, una vez terminada la comida, se excusaría con el pretexto de que estaba cansada.

Un intenso dolor, como si alguien le hundiera un puñal en el corazón, la asaltó al recordar la cálida sonrisa del médico, como si en realidad le hubiera dado gusto verla. Sin duda un doctor tenía que aprender a ocultar sus verdaderos sentimientos y él debía ser un maestro en ese arte.

Cuando oyó el timbre de la puerta, esperó un momento para que su padre fuera a recibir a Peter, pero el anciano no respondió al llamado, de manera que, reacia, ella misma fue a abrir.

El doctor Lanzani se había quitado el traje formal que llevaba cuando se encontraron esa tarde y llevaba puesto un pantalón azul marino, con un grueso suéter de lana. El arqueó las cejas al verla y, por un momento, algo parecido al pesar pareció ensombrecer sus ojos.

—Avisaré a mi padre que estás aquí —anunció Lali con formalidad, apartándose para permitirle el paso—. La cena estará lista muy pronto.

Su padre, saliendo del estudio, se disculpó con Peter por no haber escuchado el timbre.

—Convencí a Lali de que cenáramos en la cocina. Nuestro comedor da al norte y, en esta época, siempre está helado. Vayamos a sentarnos.

La joven se mordió el labio inferior con nerviosismo mientras los seguía. Lo último que deseaba era que Peter compartiera con ellos la tibia intimidad de la cocina, donde podría observarla mientras trabajaba. Sin duda, él debía comprender lo difícil que para ella era enfrentarlo así, pero Peter se comportaba como si nada hubiera sucedido, como si nunca la hubiese lastimado y humillado de tal forma, que su alma había quedado marcada para siempre.

Mientras se afanaba en dar los últimos toques a la cena, la joven pudo escuchar la charla de los hombres y también se percató de que el médico la observaba constantemente. La observaba, se dijo ella, inquieta; no sólo la miraba. ¿Por qué la estudiaba así? ¿Pensaba que iba a coquetear con él? ¿Creía que todavía sufría de ese enamoramiento de la adolescencia?

—Ah estofado. Mi platillo favorito —Peter sonrió cuando ella le sirvió la comida, pero Lali se negó a devolver el—. Tu madre me contó que renunciaste a tu empleo en Londres —agregó con estudiada indiferencia.

—El hombre para quien trabajaba se marchará a Hollywood —respondió la joven de mala gana.

El teléfono sonó en el vestíbulo y el señor Esposito se levantó para ir a contestar. Mientras estuvo fuera de la cocina, Peter aprovechó la oportunidad para preguntar:

—¿Qué sucede,Lali?

El hecho de que tuviera necesidad de preguntarlo le robó el aliento a la muchacha y, antes que pudiera replicar algo, su padre reapareció en la habitación.

Durante el resto de la cena, el médico dirigió su atención casi en exclusiva al señor Esposito. Ocho años antes, la joven se habría sentido ofendida y hubiera hecho algún pueril intento de participar en la conversación, pero esta vez se alegró de que la dejaran so la, con sus pensamientos.

Después de la cena, el señor Esposito invitó a Petera jugar ajedrez y Lali quedó en libertad de ordenar la cocina y luego subir a ver a su madre.

—No necesitas quedarte aquí conmigo, querida —dijo Sarah Esposito—. En realidad, estaba pensando en dormirme ya. ¿Por qué no bajas a charlar con Peter y tu padre?

—Están jugando ajedrez.

Su madre rió.

—Recuerdo cómo te fastidiaba que Peter tratara de enseñarte ese juego. ¿Te acuerdas?

Las memorias que ella no quería revivir surgieron en su mente: una imagen de su petulante rostro de adolescente, haciendo pucheros, mientras trataba de desviar la atención de Peter del tablero de ajedrez hacia ella. Eso ocurrió poco antes que Lali se diera cuenta de la verdadera naturaleza de la extraña inquietud que parecía poseerla.

—Siempre estabas demasiado inquieta para concentrarte —agregó Sarah Esposito con ternura—. Recuerdo que una tarde de domingo, levantaste el tablero y tiraste todas las piezas al suelo.

—Recuerdo que Peter amenazó con darme una paliza por eso.

—Sí, también lo recuerdo —su madre rió y Lali se preguntó si también se acordaba de cómo había terminado esa desdichada tarde. Ella nunca lo olvidó.

Durante varias semanas se vio aquejada por un vago, pero constante sentimiento de desazón e intranquilidad; quería estar con Peter, pero cuando se encontraba con él, ya no se conformaba con su vieja y confortable amistad. Demasiado joven e inexperta para analizar sus propias emociones, se refugió en ataques de enfurruñamiento, con explosiones de mal humor. La amenaza de Peter de ponerla sobre sus rodillas para darle una tunda como castigo, había actuado como un balde de agua fría sobre sus apenas nacientes sentimientos femeninos y, desconsolada, Lali corrió a encerrarse en su habitación, donde estalló en lágrimas.

Al día siguiente, él la estaba esperando cuando salió de la escuela. Le dijo que le llevaría a su casa, y luego detuvo el auto en un sitio apartado.

—Lamento lo de anoche, pequeña —había dicho con suavidad—. Algunas veces olvido que ya no eres una niña.

Entonces, ella se echó a llorar otra vez, pero en esa ocasión no tuvo adónde escapar y desahogó su desdicha en el hombro masculino.    

Peter la había besado en la frente al soltarla y le ofreció su pañuelo para que se enjugara las lágrimas. Ese fue el día en que Lali supo que estaba enamorada de él.

—Regresa,Lali.

La voz burlona de su madre la volvió de golpe al presente y aunque oía la charla de la señora Esposito mientras le acomodaba las almohadas y verificaba que tuviera todo lo que necesitaba, Lali se preguntó qué diría su madre si supiera que ya había aprendido a jugar ajedrez. Mery la enseñó. Mery, cuya paciencia la convertía en un maestra excelente; Mery, cuya paciencia le permitía hacer caso omiso de las continuas infidelidades de su esposo, para el que una interminable serie de breves aventuras sexuales, era tan esencial como el aire que respiraba. Sin embargo, sin Mery, Benja sería muy desdichado. Era su esposa y, a su manera, la amaba. También quería a sus hijos.

Lali lanzó un suspiro y se encaminó a la puerta. Las relaciones humanas le parecían muy complejas. Cuando era adolescente, había soñado con una vida perfecta que compartiría con Peter, si él la amara; imaginó que el amor sería suficiente, que nada más importaba, pero ahora sabía que cada persona tiene sus propias necesidades.

Ella, en lo particular, era demasiado anticuada en sus principios morales para iniciar una aventura con un hombre casado, en especial, un hombre a cuya esposa ella conocía, y a la que le tenía afecto.    

A pesar de que encontraba perturbador el descubrimiento de que Peter había regresado a Setondale, sabía que tomó una decisión correcta al negarse a ir con Benja a Hollywood. Ya comenzaba a disiparse el poder magnético que él ejercía en sus sentidos, ahora que estaba lejos de su avasalladora presencia. Quizá el deseo que le había recorrido las entrañas se debió más a la necesidad de una mujer inexperta por un despertar sexual que al deseo que tenía del propio Benja.

Desde la humillación recibida por Peter, ella había mantenido su sexualidad bajo estricto control; no era ni sería jamás el tipo de mujer para la que el sexo podía tener un valor propio y muy elevado; pero había ocasiones… en especial a últimas fechas, cuando al ver a los amantes abrazados, a las parejas de enamorados que se besaban y acariciaban… en que era asaltada por un intenso deseo, mezclado con una extraña nostalgia.

Y todo era culpa de Peter; su severidad y desdén hicieron imposible para ella que fuese abierta y sincera respecto a sus impulsos naturales; la aterraba la idea de interpretar mal los sentimientos de un hombre y ser humillada otra vez.

Bajó a la cocina y comenzó a preparar una jarra de café para su padre y el invitado. Ya era más de las diez y, sin duda, Peter recordaba que sus padres acostumbraban acostarse temprano.

Cuando les llevó la bandeja con el servicio, fue evidente que Peter estaba ganando la partida.

—Me tiene acorralado —se lamentó el señor Esposito, con una mueca de fingido enfado, cuando su hija le entregó una taza de café.

—Hmm —ella estudió el tablero con actitud conocedora—. Otras dos jugadas y no podrás evitar el mate.

Su padre alzó las cejas con asombro, complacido.

—¡Vaya, vaya, parece que lograste aprender algo mientras estabas en Londres! —volviéndose hacia Peter, preguntó en son de broma—: ¿Recuerdas cuántas veces trataste de enseñarle?

—Hay de maestros a maestros —replicó Lali con acritud, y observó la forma en que Peter fruncía el ceño al mirarla.

—Y de alumnos a alumnos —replicó él con ironía, mientras el señor Esposito miraba de uno a otra con cierto azoro. Lali se alegró de que sonara el teléfono, rompiendo el tenso silencio. Su padre fue a responder la llamada y ella estaba a punto de seguirlo, cuando la detuvo la voz de Peter.

—Has cambiado,Lali. ¡Y estoy seguro de que jugar ajedrez no es lo único que aprendiste en Londres!

La joven se volvió de pronto, con los ojos relucientes por la ira que él siempre lograba encender en ella con facilidad, pero antes que pudiera replicar algo, su padre regresó a la sala, frunciendo ligeramente el ceño.

—La llamada es para ti, cariño. Se trata de Benja.

—Mi ex jefe. Supongo que no encuentra algún expediente importante en el archivo —sabía que estaba ruborizada y que Peter lo había notado, pero la llamada de Benja la dejó muy desconcertada.

Se apresuró a responder, enredando, con nerviosismo, el cordón del teléfono entre sus dedos mientras contestaba.

—Lali, mi amor, no sabes cómo deseaba escuchar tu voz. Te extraño mucho. Regresa, por favor.

La joven apretó los dientes. Siempre supo que Benja era perseverante cuando se proponía algo, pero creía haber dejado muy claro que no debía existir algo entre ellos.

—No puedo regresar, Benja —respondió con firmeza y frialdad—. Mi madre está enferma y me necesita.

— ¡Yo también! ¡No sabes cuánto! Vuelve, Lali.

Ella comenzó a temblar. ¡Eso era demasiado, después del encuentro con Peter!

—Es imposible, Benja —aspiró profundo—. Y no iría aunque pudiera. Ya te lo dije. Eres un hombre casado, y sabes cuánto quiero a Mery.

— ¡Oh, por todos los santos! Escucha, Lali…

De repente, la joven fue presa del pánico:

—No, no quiero escuchar más —apartó el receptor de su oreja, pero antes de que pudiera colgarlo, oyó a su ex jefe que decía con furia:

—No creas que te dejaré escapar tan fácilmente. Te quiero. Te deseo… y puedo hacer que tú también me desees.

Aun con el receptor apartado, las palabras se escucharon con claridad. Ella cortó la comunicación, estremecida.

—¿Y ése es tu jefe?

10 FIRMAS Y MAS

10 commenti:

  1. Era obvio que la conversacion iba a ser escuchada!
    Quiero maaaaaaaaaas!
    Peter no cuenta ningun cap? =/ me gustaria saber su forma de pensar, conocerlo mas!
    espero el proximo ansiosa
    besos

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  2. Holaa!! me acabo de poner al día con los capítulos! Entiendo a Lali, con respecto a Benja y Peter...maaas nooove! Besos

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  3. Chan Chan, awwww qe tierno ese Peter que se disculpo cn Lali en el auto y la consolo <3 lo amoooo porqe son tan fríos que va a pasar para qe se unan mas? ? :D me encanta la nove @LuciaVega14

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