sabato 28 luglio 2012

17 capitulo parte 2


Acà està el famoso capitulo…voten cual nove prefieren en la encuestaJ
FIRMEN MUCHO Y OTRO

 
Era demasiado tarde para protestar o implorar clemencia y el tiempo pareció detenerse cuando él inclinó, lentamente, la cabeza hacia ella. La joven sólo pudo escuchar el crujir de los leños y el sonido agitado de su propia respiración. Un gemido se ahogó en su garganta cuando sintió la salvaje presión de los labios masculinos sobre los de ella.
No había nada de sensual o excitante en el beso; Peter la castigaba, la humillaba, pero a pesar de todo, ella pudo experimentar la oleada de pasión que ascendió por su cuerpo desde sus entrañas.
Pudo sentir los dientes de Peter contra sus labios y, se estremeció a la vez que él se valió de ellos para entreabrirle la boca. Cuando la lengua masculina irrumpió, invasora y posesiva, dentro de su boca, Lali sintió que un fuego líquido le corría por las venas irregulares del corazón de Peter. Sin darse cuenta, sus brazos habían rodeado el cuello masculino. La lengua del médico le tocó los labios, y delineó sus contornos con la húmeda punta. Lali percibió el estremecimiento que sacudió al doctor y apenas pudo reconocer la voz que murmuró, con acento casi dolorido, contra sus labios:
—Oh, Dios,Lali... ¿Qué haces conmigo?
Su boca volvió a tomar la de ella, con suavidad esta vez, como si quisiera calmar con caricias el dolor anterior. Ella podría haberlo apartado con facilidad, pero no lo hizo, y se abandonó en cambio a la enervante oleada de placer que la arrastró fuera de la realidad, para sumirla en un ensueño sensual, extasiarte.
—Lali. . . —susurró Peter contra sus labios.
Ella tembló en respuesta al tono de profundo deseo con que él pronunció su nombre. Podía percibir el calor de las manos masculinas donde éstas se habían posado y, bajo el corpiño, sus senos ansiaban, palpitantes, recibir caricias.
La boca de Peter ya no era punitiva al moverse sobre la de ella; toda la ira y el desprecio fueron opacados por el deseo que parecía envolverlos. Sin que él lo dijera, ella, presentir el deseo de Peter en la forma en que sus manos le acariciaban la espalda y la estrechaban Ella se apretó contra él, entregándose por completo a las manos del destino, demasiado anhelante para oponerse más.
—Lali, no sabes lo que haces conmigo. Te he deseado durante tanto tiempo.
Las palabras susurradas provocaron que un estremecimiento recorriera la piel femenina y su cabeza cayó sobre el hombro de Peter cuando la boca del médico se deslizó, ardiente, por la suave columna de su cuello. El hombre lanzó un gemido ahogado y murmuró con voz densa:
— Déjame hacerte el amor, Lali, Déjame demostrar cuánto te deseo —sus manos buscaron los botones, en la espalda del vestido y su cuerpo se puso tenso cuando ella se apartó un poco.
Lali no pudo dejar de sonrojarse levemente cuando lo vio contemplarla. Había una extraña tensión en el rostro de Peter y contra su pecho, la joven podía percibir el latir acelerado sus ojos eran brasas encendidas de pasión.
—Déjame desvestirte —suplicó él con suavidad.
Lali se había detenido ante un hilo de luz proyectado por el fuego y, de repente, la expresión del médico se ensombreció. El temor, ante el recuerdo de su primer rechazo, inmovilizó a Lali.
— ¿Qué sucede, Peter? —preguntó con voz trémula.
—Es este maldito vestido.
Ella lo miró con azoro y consternación.
—¿Qué tiene de malo?
—El te lo compró —replicó el hombre con dolorida furia—. Eso es lo que tiene de malo — se acercó a ella, con el rostro descompuesto por la ira mientras ponía una mano en el escote y luego rasgaba el corpiño con un violento tirón.
Demasiado aturdida y horrorizada para desmentirlo, Lali sólo pudo ver, con ojos dilatados, la destrucción que él había causado.
—¡Peter!
—¡Quítatelo, por Dios! —bramó él—. No quiero verte vestida con eso. . . No soporto saber que. . . —lanzó un ronco gemido, arrancándole el vestido con violencia hasta que éste cayó en un des garrado montón a los pies de la joven.
Por lo que pareció una eternidad, Lali permaneció inmóvil, como paralizada. La luz de la chimenea delineaba con delicadeza el contorno de sus níveos pechos, pero ella apenas se percató de la expresión en los ojos de Peter mientras los contemplaba en su rotunda perfección, coronados con la palpitante provocación de los pezones erectos.
—Lali, eres tan bella. . . Más de lo que había imaginado —se acercó a la joven y la alzó en brazos, apartándola de los despojos del vestido—. Y pensar que te rechacé — cerró los ojos y ella lo vio tragar saliva —. ¿Todavía me odias por eso? — sus dedos parecieron temblar ligeramente mientras recorrían la suave columna del cuello femenino para luego posarse bajo su barbilla y hacerla levantar la mirada hacia él.
¿Odiarlo? Ella clavó la mirada en los ojos refulgentes de él y se pasó la lengua por los labios. Los ojos masculinos siguieron con avidez ese movimiento, y el calor invadió las entrañas de la joven cuando él la estrechó más y le permitió percibir la firme evidencia de su deseo. Peter deslizó las manos por las caderas de la joven, y frotó su cuerpo contra ella. Luego inclinó la cabeza y la besó con una pasión abrumadora.
El cuerpo femenino se rindió a la caricia, mientras sus pechos. quedaban aprisionados contra el duro torso masculino.
Peter la apartó por un momento, para despojarse de su chaqueta. En el fino algodón de la camisa, Lali pudo ver dibujada la firmeza de los músculos y, como por propio acuerdo, sus dedos comenzaron a desabotonar la prenda. Perdida en su arrobamiento, de repente se dio cuenta de la tensión de su compañero.
Un leve rubor le tiñó las mejillas al notar la forma en que él la miraba.
—Dios mío, no sabes cuánto esperaba esto —gruñó él, ronco. Sus manos la tocaron, deslizándose con lentitud sobre sus flancos hasta englobarle los pechos. Avasalladoras oleadas de placer la sacudieron y sus senos se tornaron más turgentes y anhelantes bajo las palmas masculinas. Se estremeció de exquisito placer cuando los pulgares se movieron, incitantes, sobre los erectos pezones.
—¿Te gusta?
La voz de Peter le resultaba desconocida, ronca, densa por la pasión, incitante y acariciadora.
—Cielo santo, casi me volví loco de deseos de hacer esto hace años. . . ¿Lo sabías?
Un estremecimiento y un gemido ahogado fueron la respuesta de ella, y no opuso resistencia cuando él la cargó y llevó hasta el sofá, donde la depositó con toda suavidad. Luego la tomó entre sus brazos.
La luz del fuego recortaba los planos del rostro masculino, y Lali alargó los dedos, casi con timidez, para acariciarle las facciones. Peter tomó esa mano entre las suyas y le besó la palma abierta.
—Lali, te necesito mucho. . . Tócame. . . Desnúdame.
¿Quien de los dos temblaba cuando él se llevó la mano de la joven hacia el pecho, y la ayudó a desabrocharle la camisa? Bajo la punta de sus dedos, Lali pudo sentir la piel de Peter, tibia y firme. Lo sintió temblar un poco cuando deslizó la mano bajo la tela de la camisa y le acarició con suavidad el velludo torso. Un gemido ronco escapó de la garganta masculina y la joven hizo lo que había deseado durante-mucho tiempo: puso la boca contra la firme columna del cuello del médico y la recorrió con la punta de la lengua.
La reacción de Peter sobrepasó las más locas fantasías de la joven; nunca se había atrevido a pensar que respondería con tan desatada pasión a sus caricias.
Terminó de desabotonarle la camisa, apartó la tela y, deslizándola por los musculosos brazos, se la quitó por completo.
Sintió que los dedos del médico se enredaban entre su cabello cuando, con deliberada lentitud, ella le acarició cada palmo de piel. La punta de sus dedos recorrió todo lo largo de la línea de vello que descendía hasta la firmeza del vientre y luego, su mano se posó allí, posesiva.
Lali quería tocarlo todo, sin la restricción de la ropa, pero la timidez la abrumó. No tenía experiencia en desvestir a un hombre y. como temía romper el delicado hechizo que los envolvía con su torpe inexperiencia, dejó, simplemente, que su mano permaneciera allí, inmóvil, mientras su boca recorría la piel que cubría los duros músculos del torso y su lengua humedeció, de manera tentativa, un oscuro y plano pezón viril.
Lo sintió moverse y frotarse contra ella mientras él deslizaba las manos por sus caderas y muslos, antes de volver a ascender para meterlas bajo el satén de sus bragas, acariciar la rotunda suavidad de su trasero y apretarla contra él.
La tensión que invadió el bajo vientre de la joven fue sobrecogedora y familiar. Lo había deseado antes de esa manera, pero nunca con tan inmediata intensidad. LA lógica y la razón estaban suspendidas, sólo imperaba el instinto.
— Tengo que sentirte contra mí. . . toda — susurró Peter, al tiempo que la soltaba y incorporaba.
Ella no pudo mirarlo, pero oyó el sonido metálico de la cremallera de sus pantalones y el susurro de la tela al caer al suelo.
Peter regresó a ella envuelto en sombras, tenso y viril, la viva encarnación de todas sus fantasías femeninas. La penumbra ocultaba todavía gran parte del cuerpo masculino mientras él se acuclillaba en el suelo, a los pies de la joven, y le tomaba con una mano el talón mientras la otra se ocupaba de los ligueros que le sujetaban las medias.
Lali pudo percibir la tensión del médico ante la innegable respuesta de su cuerpo al contacto de las manos masculinas. La despojó lentamente de las medias y sus dedos le dedicaron enloquecedoras caricias en la parte interior de los muslos, mientras la despojaba de sus prendas.
Por fin, ambos estuvieron desnudos y él permaneció acuclillado ante ella, contemplándola con ojos profundos y oscurecidos por la pasión Ella tembló con una mezcla de pudor y deseo. Peter alargó una mano y le acarició la curva del cuello, y luego la deslizó por el hombro.
— Perfecto —musitó—. Sencillamente perfecto.
Y luego, todavía acuclillado, la abrazó y besó como ella siempre había deseado; su boca fue tierna y posesiva, ávida y paciente.
—Te deseo tanto. ¡No sabes cuánto! —las manos viriles habían encontrado sus senos y los acariciaban con suavidad y lentitud; luego la boca del médico se posó sobre la piel de los pechos y se movió con infinita lentitud hasta que la joven estuvo a punto de gritar de deseo, y cuando ella sintió la tibieza de los labios masculinos sobre la turgencia palpitante de un pezón, hundió las uñas en la espalda de Peter y sordos gemidos brotaron de su garganta mientras se mordía el labio inferior para no gritar, sacudida por un súbito paroxismo de deseo.
Cuando la lengua del hombre tocó la punta del otro pezón, circundando con suaves movimientos la rosada piel, ella no pudo controlarse más y lanzó un grito de placer.
—Casi podría decirse que nadie te ha tocado así —observó él, con voz apenas audible—. ¿Te gusta esto,Lali? —su tono era profundo, ronco, como si estuviera drogado o ebrio, mientras le acariciaba el pezón, esta vez con más rudeza—. ¿Y esto, te gusta esto? —las palabras casi se perdieron cuando él presionó la boca abierta sobre la piel palpitante de la joven y comenzó a succionar un pecho con salvaje fiereza. Espasmos de placer la hicieron arquear el cuerpo y brotaron de su garganta una serie de suaves gemidos de deleite, mientras se apretaba, ávida y anhelante, contra la candente boca masculina, abandonándose sin reservas a la sensualidad de su propia naturaleza.
Una y otra vez, Peter acarició las erectas puntas rosadas hasta que ella se movió de manera convulsiva, abrumada por el placer.
—Debería llevarte al lecho —dijo él, ronco, cuando la levanté del sofá para ponerla a su lado sobre la alfombra, frente al fuego —. Pero no puedo esperar más.
Era ella la que se encontraba entre sombras ahora, mientras que el fuego revelaba la tensa impaciencia del cuerpo masculino. La joven se estremeció, sus ojos y manos fueron atraídos de forma irresistible hacia la perfección del cuerpo de su amado; ansiaba tocarlo, pero se sentía casi temerosa de hacerlo.
— Dios. . . Lali!. . . Sí. . . Sí! —gimió él contra los labios de la chica al notar que el deseo brillaba en los ojos de ésta y le tomó la mano para posarla contra su cuerpo.
Bajo los dedos, Lali pudo percibir el violento palpitar del deseo masculino y, sorprendida, lo miró a los ojos mientras su mano lo acariciaba con creciente osadía.
—No puedo más, Lali. . . Te necesito —Peter hablaba como si alguien le apretara la garganta.
El cuerpo de la joven acogió el peso del cuerpo masculino cuan do él se movió para colocarse entre sus muslos. La sangre se agolpó en las sienes de la joven. ¡Lo deseaba mucho! Movió las caderas, re torciéndose impaciente contra él y lo escuchó aspirar profundo. La mano del médico recorrió su cuerpo una vez más, aún en la cumbre del deseo, como si quisiera asegurarse de que estaba lista para la culminación de sus pasiones.
Nadie la había tocado de manera tan íntima, pero no sintió pudor alguno ni vaciló. Estaba anhelante e impaciente debido a delicada caricia de los dedos sobre el centro de su feminidad.
—Peter. . . —gimió a la vez que él se disponía a poseerla.
—Sí. . . sí —gruñó él hombre, en un murmullo torturado.
Lali sintió la portentosa fusión de sus cuerpos; el de ella era inexperto, pero estaba ansiosa de recibir al hombre amado; el de Peter era diestro, pero controlado, dominado por ese afán del buen amante que busca dar placer a la vez que lo recibe.
Lali se percató de todas estas cosas a pesar de la bruma de deseo que la envolvía y nublaba su mente, y también reconoció la instintiva tensión de unos músculos no acostumbrados a tan íntima presión.
De inmediato, notó la leve vacilación de Peter, pero la realidad había quedado oscurecida mucho tiempo antes y sus caderas oscilaron y se movieron, apremiantes; sus piernas lo rodearon, reteniéndolo contra ella, de modo que él se vio obligado a proseguir su avance hasta provocarle el agudo, aunque breve dolor de la iniciación, conduciéndola después a un lugar más allá de todos los límites conocidos por ella, donde ambos pudieron compartir el explosivo éxtasis que corrió como lava a través de sus cuerpos, haciéndolos convulsionar en delirantes espasmos, hasta quedar exhaustos y debilitados. -
Desde muy lejos Lali oyó que Peter susurraba su nombre. Pudo sentir las lágrimas de dicha que corrían por sus mejillas cuan do abrió los ojos para mirarlo.
— Por Dios, Lali, es demasiado tarde para llorar —dijo él con cierta aspereza, pero la joven estaba sumida en un placentero limbo y no percibió el enfado que endurecía la voz de su amante. Se fue hundiendo en un delicioso sopor, profundo, tibio y oscuro.
No se alegren demasiado,eh!

FIRMEN MUCHO Y OTRO

10 commenti: