martedì 24 luglio 2012

4 Capitulo Adiccion Salvaje

Hola acà està otro capitulo,espero mas firmas,eh! SI NO HAY FIRMAS NO HAY NOVE!

+4 FIRMAS

El nombre escapó de sus labios y su cuerpo se puso rígido. Ocho años no lo habían cambiado en absoluto, excepto para hacerlo aún más imponente. Todavía irradiaba esa aura de energía contenida que la había excitado y fascinado en el pasado; el negro cabello era tan abundante y brillante como siempre y los ojos grises poseían aún su magnético poder.

"¡Oh, Dios!", se lamentó en silencio. ¿Por qué, si debía encontrarse con Peter, no se había puesto algo más sofisticado y llamativo que ese viejo rompevientos y los raídos pantalones de pana? ¿Por qué tenía que volver a toparse con él sin el aplomo que había llegado a adquirir en los ocho años anteriores, en lugar de esa apariencia, tan parecida a la que tuvo cuando era adolescente?

—Lali, ¿te encuentras bien?

Peter parecía preocupado y, cuando después de sacudirse la nieve del rostro y las ropas, Lali lo miró, vio que él sonreía con la misma sonrisa de aquellos días pasados en que ella trató de transformar el afecto de un joven hacia la hija de los amigos de sus padres, en algo más íntimo. Mientras contemplaba esos ojos preocupados, casi pudo convencerse de que aquella espantosa noche de verano nunca había sucedido.

La joven se puso tensa y rechazó su ayuda para levantarse, diciendo con indiferencia:

—Estoy bien, gracias —luego, agregó con una dureza que desvaneció la sonrisa de los labios del médico—: ¿Siempre conduces sin pensar en la seguridad de otros? No es precisamente la conducta que una podría esperar de un honorable miembro de la profesión médica.

Peter la estudió con seriedad.

—Conducía lo bastante despacio para detenerme a tiempo y además, casi nadie usa este sendero —señaló con calma.

Lali sabía que estaba exagerando su reacción, pero era la única manera de controlar el impacto de verlo otra vez.

Los ojos grises escudriñaron el rostro pálido y las piernas temblorosas de la joven, y el ceño de preocupación del médico volvió a hacerse evidente.

—¿Estas segura de que te sientes bien? —extendió una mano para ofrecerle ayuda y ella retrocedió, de forma instintiva—. Sube al auto —dijo él, sin dejar de observarla—. Te llevaré a casa. No me tomará ni un minuto y como tu médico familiar…

—¡No eres mi médico!

Lali pronunció las palabras antes de poder contenerlas y ambos se miraron con fijeza por un momento; ella, tensa y Peter, con los ojos entrecerrados y una expresión indescifrable.

—Lali—su voz era cortante ahora y su gesto severo—. Escucha, no tiene caso quedarnos aquí, discutiendo. Falta casi un kilómetro para llegar a tu casa. Aun cuando no te hayas lastimado, una caída como ésa suele producir una conmoción.

La muchacha comprendió que era infantil y absurdo discutir con él, especialmente cuando sus nervios estaban tensos como cuerdas de violín y su corazón latía tan rápido que casi le impedía respirar. Peter tenía razón, sufría una conmoción, pero no a causa de la caída. Con un leve encogimiento de hombros, se encaminó al auto. El médico la siguió y le abrió la puerta. Al hacerlo, su brazo la rozó y ella retrocedió, como si hubiera sido tocada por una brasa candente.

—¿Qué pasa?

—Nada. No me gusta que me toquen, eso es todo.

Demasiado tarde, ella registró la expresión en el rostro de su amigo de la infancia. Lo que había dicho era verdad, y fue la excusa que había usado con demasiada frecuencia. Peter la observaba con penetrante intensidad.

De repente, los labios del médico se torcieron en una mueca semejante a una sonrisa, la cual le dio un extraño y amenazador aspecto, y Lali se sonrojó al adivinar lo que él pensaba.

Perturbada, retrocedió y se apartó del auto.

—No quiero que me lleves, Peter—dijo con voz trémula—. Prefiero caminar —y antes de darle tiempo a reaccionar, comenzó a andar por el nevado sendero con paso apresurado, sin osar a volverse a mirar atrás, temerosa de que él la estuviera siguiendo.

Era una sensación desconcertante y que le debilitaba las piernas, pero por fin logró llegar a la verja del jardín familiar y fue hasta que entró en la casa que oyó que el motor del auto de Dominic se encendía. Comprendió que él debía haberla vigilado durante todo el camino.

Bueno, como médico que era, no podría decirse que desatendía sus responsabilidades.

Cuando cerró la puerta frontal, su padre llamó desde el estudio.

—Lali, ¿eres tú? —al verla a través de la puerta abierta, alzó las cejas con asombro cuando notó su ropa mojada—. Acaba de marcharse Peter. ¿Qué te sucedió? Parece que te hubiera caído un alud encima.    

—Casi.

El anciano frunció el ceño.

—¿Estás bien?

—Sí… resbalé en el camino. Por suerte, no sufrí daño alguno; sólo en mi orgullo. ¿Cómo se encuentra mamá?

—Se está reponiendo con rapidez, en opinión de Peter, pero se lo podrás preguntar tú misma esta noche. El vendrá a cenar —miró a su hija con aire culpable—. Tu madre lo invitó; le preocupa que viva solo en la vicaría. ¡Ya sabes cómo es tu madre!

Así que era Peter quien había comprado la vicaría. Lali se sintió abatida al asimilar las palabras de su padre. ¡Sería imposible inventar una excusa para no estar presente esa noche!

—No tienes que preocuparte por la cocina —agregó el señor Esposito, interpretando mal la expresión de la joven—. Tu madre dice que hay varias cosas ya preparadas en el refrigerador.

—¿Mamá está despierta? —preguntó Lali—. Creo que subiré a verla.

—Hazlo, hija. Ha empezado a quejarse de que se siente aburrida, pero Peter le dijo que tiene que permanecer en cama, por lo menos durante otra semana.

Cuando Lali entró en la habitación que compartían sus padres, la señora Esposito se hallaba sentada en la cama, apoyada contra las almohadas. Sarah Esposito era una mujer preciosa, con los mismos ojos verdes de su hija y los pómulos prominentes, característicos de los escoceses. La mujer mayor sonrió con afecto al ver a su hija y palmeó la cama, a su lado.

—Ah, ya llegaste, querida. Ven, siéntate a mi lado y charla conmigo. Me muero de aburrimiento aquí, en esta cama, pero Peter insiste en que no me levante —observó con cuidado a la joven mientras agregaba—: Ya sabías que él regresó, ¿verdad?

Sarah Esposito tenía más intuición que su esposo, y se dio cuenta de la renuencia de Lali para tratar el tema del doctor Lanzani. Estaba enterada de su enamoramiento de adolescente, por supuesto, y no había podido adivinar qué provocó que su hija detestara la simple mención del nombre de Peter. Sin embargo, conocía demasiado bien a la joven para interrogarla. Así que, con toda calma, prosiguió hablando como si nada hubiese ocurrido:

—Invité a Peter a cenar con nosotros. Un hombre que vive solo, rara vez come como Dios manda.

—Tonterías mami —la interrumpió Lali con cierta irritación—. No hay razón alguna por la que un hombre no pueda cuidar de sí tan bien como lo hace una mujer

—Oh no sugería que Peter no fuese capaz de cuidar de sí, querida —explicó Sarah con gentileza—. Pero él es un médico muy ocupado y estoy segura de que no tiene tiempo para comer como es debido. En el refrigerador hay un delicioso estofado; podrías servirle eso. Siempre ha sido su platillo favo…

—Deja de preocuparte de Peter, mamá, y trata de descansar.

QUE VA A PASAR EN LA CENA? +4 FIRMAS Y OTRO


 

5 commenti:

  1. Me encanta la nove, acabo de descubrirla, espero mas

    RispondiElimina
  2. ya vas a postearr mas noveeeee????

    siii?!?!!!!!

    RispondiElimina
  3. Pobre Lali se debe estar muriendo! :(y encima la madre invita a cenar a Peter jajajaj qe pasara en la cena espero qe no see maten jajajaj buenisima la nove @LuciaVega14

    RispondiElimina