lunedì 23 luglio 2012

3 capitulo Adoracion Salvaje

Hola chicas,acà estoy con nuevo capitulo,hoy quiero hacer maraton asique acà està el primer capitulo de ella.

SI SUBO OTRO DEPENDE SOLO DE USTEDES +3 FIRMAS

No iba a incriminar a Euge; la culpa, el deseo fue de ella nada más. Fue Lali quien escuchó con fascinado horror, la descripción de su amiga acerca de la forma en que debía seducir a un hombre. Con ojos dilatados, absorbió las instrucciones detalladas de Euge.

—Pero. . . ¿y si él no?. . . ¿Sino me hace el amor? —Su amiga se había encogido de hombros.

—No tienes que preocuparte por eso. Una vez que lo hayas excitado, no podrá controlarse. Ningún hombre puede hacerlo.

La alarma y la excitación se debatieron en su interior; excitación ante la idea de que Peter le hiciera el amor, y alarma al pensar en su propia osadía.

Fue fácil averiguar qué noche estaría Peter a solas en su casa. Cada quincena, los padres del joven médico y los señores Esposito se reunían en el hogar de éstos para jugar a las cartas, y lo único que ella tuvo que hacer fue aguardar a que los señores Lanzani llegaran a su casa.

—Ponte algo sensual —le aconsejó Euge. Era fácil decir eso, pero Lali no pudo encontrar en su ropero algo que mereciera semejante descripción.

Por fin, sintiéndose más incómoda y abochornada que sensual, se quitó el sostén y desabotonó su blusa de algodón para dejar al descubierto el nacimiento de los senos.

Un suéter ocultó de sus padres la evidencia de su falta de ropa interior cuando fue a decirles que saldría a pasear en bicicleta.

Había sido un verano agobiante y las ventanas dobles de la casa de los Lanzani estaban abiertas cuando ella pedaleó por el sendero particular hasta la puerta trasera.

Puesto que los padres de ambos eran buenos amigos, no era extraño que ella visitara la casa pero al bajarse de la bicicleta sintió que estaba cometiendo una infracción a las normas.

Se encontró a punto de volver por donde había llegado, pero la idea de tener que confrontar a Euge sin haber logrado su pequeña hazaña la obligó a permanecer firme en su propósito. Se acercó a las ventanas y llamó antes de entrar.

La sala estaba vacía; con el corazón desbocado, atravesó el vestíbulo y luego se quedó petrificada cuando vio que Peter se le acercaba, descendiendo por la escalera y terminando de ponerse una camisa blanca.

Tenía el cabello húmedo y la piel bronceada y reluciente sobre los poderosos músculos de su torso. Algo pareció expandirse y florecer dentro de la chica, una excitación profunda y palpitante que llevó un delicado rubor a sus mejillas y ensombreció sus ojos del color del jade.

—Lali, ¿todo está bien?

La aspereza en la voz de Peter la hizo volver a la realidad, de golpe.

—Sí.

—Entonces, ¿qué haces aquí? —la miraba con el ceño fruncido mientras se abotonaba la camisa y, como él nunca le había hablado con ese tono ella solo lo miró con fijeza sin pronunciar palabra—. Pregunté qué haces aquí.

Estaba ya al pie de la escalera y la miraba con la misma expresión, entre extrañada y severa, y la chica siguió mirándolo, como alelada. Lali se había quitado el suéter mientras retrocedía y los últimos rayos del sol vespertino revelaron la descubierta turgencia de sus senos de adolescente.

Oyó que Peter contenía el aliento con lo que parecía un gruñido de impaciencia y dijo, con precipitación:

—Vine a… a verte.

—¿A verme? —la expresión de él era cada vez más adusta—. ¿Para qué?

La muchacha fue presa del pánico. Las cosas no sucedían como esperaba. El no debía estarla interrogando, sino mirándola con deseo. No iba a resultar tan fácil corno aseguró Euge. La confusión creció en ella y lo miró con ojos perplejos, preocupados, que revelaron más de lo que ella imaginaba.

—So… solo quería hablar contigo —balbuceo con timidez y se puso roja como una amapola cuando él replicó, con acritud:

—Lali, ¿qué es todo esto? ¿Qué vienes a hacer vestida de ese modo? —con un movimiento de la mano indicó los pechos semidesnudos de la muchacha. ¡No era así como se suponía que él debía reaccionar! ¡Euge había dicho que!

Se mordió el labio inferior y se acercó a Peter, al tiempo que decía con voz trémula e implorante:

—Peter, por favor, no te enfades conmigo… —estaba muy próxima a las lágrimas, y un nudo se le había formado en la garganta.

Lo oyó suspirar y luego, incrédula sintió que la abrazaba. El joven médico la estrechó contra su pecho y ella apoyó la cabeza en su hombro.

Se estremeció de nervios y excitación, ansiosa de alargar una mano para tocarlo, pero incapaz incluso de respirar.

Euge había tenido razón, se dijo emocionada. Las piernas le temblaron y amenazaron con no sostenerla más. Su corazón parecía haberse asentado en su garganta y Lali creyó que la sofocaría. ¿Podía Peter sentir su palpitar? Ella podía percibir el rítmico latido del pulso masculino. De forma instintiva, deslizó la mano hacia el sitio donde sentía el poderoso palpitar.

Las puntas de sus dedos temblaron contra la piel masculina y luego, para su azoro y consternación, sintió que su muñeca era asida por un puño de acero y, luego, se vio bruscamente apartada de él.

Unos ojos furiosos se encontraron con los azorados y confusos de ella.

—¿Qué diablos crees que haces?

El impacto del brusco rechazo fue demasiado para ella. Todavía perdida en su cautivador ensueño de amor y deseo, y sin comprender el motivo de su ira, exclamó con vehemencia:

—¡Peter, hazme el amor! ¡Por favor sé que tú también lo deseas!

Por un momento, fue como si hubieran quedado congelados en el tiempo; ella lo miraba con expresión implorante, los labios trémulos y entreabiertos, el cuerpo ansioso de las caricias masculinas; él, tenso y furioso, los ojos grises ensombrecidos, sus labios apretados y el cuerpo rígido.

Y de pronto se rompió el hechizo; la realidad de la furia de Peter penetró con brusquedad en la conciencia de la chica, cuando él dijo con aspereza:

—¡Dios mío, apenas puedo creer que estoy oyendo esto! ¿Es por eso que viniste vestida como… como una ramera? ¿Para suplicar que te haga el amor? ¡Y además lo pides con tanto descaro!

Peter pudo notar el sobresalto y el dolor en el rostro de la muchacha y su voz se suavizó un poco:

—Lali, no puedo hacerte el amor. . . lo sabes.

—¿Porque no me deseas? —se obligó a mirarlo a los ojos y vio que el rostro del joven se tornaba frío y reservado.

—Entre otras cosas —aceptó él con tono impasible—. Además, se acostumbra que sea el hombre quien dé el primer paso. ¿Quién te aconsejó que hicieras esto? Vamos, Lali, no quiero mentiras. Te conozco; tú nunca habrías imaginado semejante tontería.

Ella tuvo que sentarse en ese momento, cabizbaja y avergonzada, respondiendo al interrogatorio y enfrentando la expresión de desdén y disgusto que oscurecía los ojos de Peter.

—Bien, ahora es mi turno de aclararte algo —dijo el joven médico por fin cuando ella concluyó—. Al contrario de lo que te contó tu amiga, no es tan fácil hacer que un hombre te desee.

Entonces, ella se sonrojó con bochorno y dolor, pero él no le permitió que apartara la vista al sostenerle la barbilla con dedos firmes, mientras decía con crueldad:

—Mírame,Lali. Anda… mírame bien… Tu amiga te dijo lo que debías ver. ¿Te parezco un hombre dominado por el deseo?

En ese instante ella hubiera querido levantarse y huir, pero el dolor y la vergüenza la retuvieron allí, rígida y temblorosa como un conejo ante un gavilán, incapaz de hacer otra cosa más que mirar los ojos grises que brillaban de ira.

Luego, Peter la agobió con un sermón sobre los peligros a los que se estaba exponiendo, acerca del riesgo de la promiscuidad sexual, el peligro de violación y cosas peores. Después la atormentó haciéndole ver lo mucho que sus padres la querían y confiaban en ella, y lo decepcionados que estarían si supieran lo que había hecho.

Más tarde, no la dejó volver a casa en la bicicleta, sino que la obligó a subir para que se lavara la cara hasta quitarse el maquillaje que se había aplicado con torpeza; la hizo cepillarse el pelo y una vez que ella hubo hecho lo ordenado, esperó a que se pusiera el suéter y luego la llevó a casa en su auto.

Sólo había ocho años de diferencia entre los dos, pero él fue tan severo e implacable como cualquier padre del siglo pasado y cuando la dejó al final del sendero particular de la casa paterna, Lali supo que lo odiaría y despreciaría por el resto de su vida.

Pero no tanto como se odiaba a sí, reflexionó con amargura, mientras emergía del pasado a la realidad presente.

Después de eso, evitó la compañía de Euge y pidió a sus padres que la dejaran asistir a la universidad, en lugar de seguir sus estudios en la escuela de la localidad. Los señores Esposito accedieron y la joven se sintió muy a gusto en Newcastle, donde aprendió a aceptarse otra vez como era.

Suspiró. La nieve caía ahora mas copiosamente era tiempo de que regresara a casa. Consultó su reloj de pulsera. Las tres y diez. Magnífico, cuando regresara, Peter ya se habría marchado. Sabía que no podría pasarse la vida esquivándolo, pero descubrir que él estaba de regreso había sido una tremenda sorpresa para ella. Ahora, habiéndose obligado a revivir el pasado, sería más fuerte; esa catarsis le permitiría juzgar sus acciones juveniles con más objetividad y también con mayor tolerancia.

Pero no podía. Ese era el problema. No conseguía librarse de los sentimientos de vergüenza y auto desprecio que Peter le había inculcado; todavía la afectaban como una enfermedad que tenía recurrencias esporádicas.

Odiaba a Peter por la imagen de ella misma que le había presentado; odiaba el hecho de que él hubiera presenciado su vergüenza y humillación. Lo odiaba porque la hizo despreciarse

Suspirando se puso la capucha del rompevientos y se encaminó de regreso a casa.

CASI lo logró. Avanzaba por el sendero, ya cerca de su casa, con la cabeza agachada contra la nieve, cuando oyó el ruido del auto e, instintivamente, empezó a apartarse del camino; pero la nieve lo había hecho resbaladizo y perdió el equilibrio, Lali patinó y cayó al suelo con un golpe que le robó el aliento.

La joven oyó que el auto se detenía y que luego se cerraba una puerta, pero fue hasta que él se acercó y la ayudó, a levantarse que se dio cuenta de quién era el que le prestaba socorro.

—¡Peter!

3 commenti:

  1. Ya me sonaba a que iba a terminar asi! Obviamente se lo iba a encontrar aunque no quisiera =/
    Pobre Lali! Ya me imaginaba algo asi! A mi no me hubiera dado la cara, ni le hubiera hecho caso a euge!
    Quiero saber que pensaba Peter en ese momento, tengo fe en él....
    Espero mas!
    Besos
    Juli♥
    @amorxca

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  2. Aahhhhhcon razón pero yo no creo que Peter lo haya hecho aproposito capaz que en el momento la quería cuidar o algo así :/espero :)pobre Lali todo lo qe soporto u.u aawwwww Peter la socorrio =$ <3 @LuciaVega14

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