mercoledì 5 settembre 2012

Primer capitulo de Hogar de amor


Hola chicas,como veran ganò "Hogar de amor"
El primer capitulo es siempre de presentacion,asique si quieren mas historia firman y subo otro capitulo
+16 FIRMAS DE 5 PERSONAS DISTINTAS Y OTRO


La humedad era tan elevada como podía serlo un día de julio, sin que comenzara a llover. A pesar de las mejoras energéticas que había aplicado recientemente la empresa, otra subestación se había estropeado en Georgetown, en Washington, y había dejado sin electricidad a varias manzanas de casas, tiendas y restaurantes. Sin aire acondicionado, Fashionable Memories parecía uno de esos elegantes baños turcos a los que solían ir sus clientes.
Lali se secó la frente y maldijo su suerte; precisamente aquel día habían llegado cinco cajas de antigüedades, procedentes de la venta de una propiedad en Boston. En general vivía la llegada de sus nuevos tesoros con el apasionamiento de un niño el día de Reyes, pero dadas las circunstancias, desempacar los objetos iba a resultar una labor tan cálida como sudorosa.
Para empeorar las cosas, su jefe, Marcel Davignon, había preferido dedicarse a gastar dinero en lugar de dedicarlo a trabajar, y había dejado sola a Lali.



La situación, sin embargo, no era nueva para ella. En los cinco años que llevaba en Fashionable Memories, Lali siempre se había encargado de la gestión diaria de la tienda de antigüedades, y Marcel, de las adquisiciones.
Para ser una mujer que había crecido en una localidad de Florida más acostumbrada al plástico y el mimbre, poseía una sorprendente habilidad para descubrir muebles, porcelanas y objetos de plata de valor inestimable, que luego vendía a precios ridículamente altos a diseñadores de interiores y mujeres aburridas de la alta sociedad. Los dos grupos formaban el grueso de la clientela de la tienda.
Aquel día, con la temperatura aproximándose a los treinta y cinco grados, Lali habría pagado una suma incluso mayor por un poco de hielo. Sus amigos todavía se sorprendían de que una persona que había crecido en Florida se quejara tanto de los veranos de Washington. No parecían comprender que los fallos eléctricos de Washington, atribuibles a las anticuadas infraestructuras, no eran nada comunes en Winter Cove; en su localidad de origen, el aire acondicionado no dejaba de funcionar cada dos por tres.
Al pensar en Florida, deseó oír la voz de su madre. Hija de cubanos, Emilia Attias había nacido en Miami y había aprendido el español antes que el inglés, idioma que hablaba con un suave acento. Era una mujer de principios en lo relativo a la educación de los hijos y a la familia, a diferencia de su esposo, Nicolas, que siempre le había concedido a Lali todos los caprichos.
Lali suspiró al recordar el disgusto que se había llevado su padre cuando le anunció que tenía intención de abandonar Winter Cove para estudiar en una universidad de Washington. Sabía que le había hecho daño, pero estaba convencida de haber tomado la decisión correcta; quería marcharse y vivir por su cuenta, lejos de la presión de sus vecinos y familiares, siempre dispuestos a decirle lo que tenía que hacer.
Además, adoraba Washington y las cercanas tierras de Virginia. Estar allí, en el centro de las cosas, en una ciudad llena de posibilidades, bastaba para que sintiera una energía que jamás había sentido en la pequeña localidad de Florida. Winter Cove tenía su encanto, pero se había sentido como si estuviera creciendo en un tubo de ensayo ante la atenta mirada de todo el mundo. En Washington, en cambio, podía cometer todos los errores que quisiera y nadie se enteraría.
Sin embargo, Lali no tenía ocasión de cometer muchos errores. Llevaba una vida tranquila y aburrida, sin relaciones ni noches salvajes, y ni siquiera le ponían multas de tráfico.
La idea de tener veintiséis años y de ser tan aburrida no le hacía ninguna gracia. Por una parte, había huido de Winter Cove para escapar del aburrimiento; y por otra, detestaba tener que darle la razón a Marcel: precisamente la semana anterior, después de que rechazara otra cita a ciegas, le había comentado que no podía seguir viviendo de aquel modo. Lali se había defendido de la acusación, pero sabía que su jefe estaba en lo cierto. Le gustaba su trabajo y se sentía satisfecha con él; sin embargo, la vida era algo distinto, algo a lo que debía empezar a prestar atención. De lo contrario, la independencia que había ganado al mudarse a Washington no le serviría para nada.
Animada con la decisión que había tomado, decidió descolgar el teléfono y llamar a su mejor amiga antes de que pudiera cambiar de idea.
Cande Vetrano tenía una vida social que habría sido la envidia de una actriz de Hollywood, pero Lali nunca había sentido envidia de ella porque su amiga carecía de un factor que anhelaba: una familia. Cada vez que mantenía una relación con un hombre, la llamaba para analizar si aquel podía ser el príncipe azul que estaba buscando. Pero hasta entonces, ninguno había pasado el examen.
Sus salidas de los domingos por la mañana, que pasaban en un elegante café de Georgetown, se habían convertido con el tiempo en sesiones estratégicas para conocer a los mejores candidatos. Lali le había dado montones de consejos a Cande pero, curiosamente, no había aplicado ninguno con ella misma. Tal vez había llegado el momento de cambiar de actitud.
—¿Conocemos a alguien que tenga una piscina? —preguntó Cande cuando oyó la voz de Lali. —Seguro que varios de tus amigos tienen piscina en sus casas —respondió Lali.
—Puede ser, pero la mayoría son tan aburridos que no me sirven de nada —comentó—. Bueno, ¿qué tal te va? Pensaba que hoy estarías trabajando con las nuevas antigüedades.
—He estado trabajando. Y he tenido tiempo para pensar.
—¿Para pensar? ¿En qué?
—He decidido que necesito una vida social.
—¡Aleluya! Si no recuerdo mal, es lo mismo que llevo diciéndote desde hace meses. Hasta Marcel se ha dado cuenta de que eres una especie de ermitaña, y eso que no suele fijarse en nada que no lo afecte a él. ¿Quieres que salgamos esta noche? Voy a salir con un funcionario del Congreso y seguro que podría llamar a algún amigo suyo para que nos acompañe.
—¿Es la primera vez que sales con ese hombre?
—No, será la segunda. ¿Por qué lo preguntas?
—Por nada.
—Vamos, Lali, desembucha…
—Lo he preguntado porque, si fuera la primera vez, no sabrías si sus amigos son aceptables. Y si fuera la tercera, seguramente te enfadarías en plena velada y nos dejarías a los demás en el papel de testigos de tus fracasos emocionales.
—No me digas que soy tan previsible —protestó Cande.
—Pues lo eres —dijo Lali, en tono de broma—. Puedo hacerte una lista, si quieres… Comenzando por Dirk, aquel chico al que conociste en tu primer año en la universidad. Después de vuestra segunda cita me diste todo tipo de explicaciones sobre sus grandes virtudes, pero cancelaste vuestra tercera salida y el patrón se ha repetido una y otra vez desde entonces.
—Vaya, odio tener amigas que conocen tan bien mi vida —gruñó Cande—. Pero déjate de quejas. ¿Quieres salir conmigo, o no?
Lali dudó.
—¿Un funcionario del Congreso, has dicho?
Lali desconfiaba de los políticos de Washington. Llevaba el tiempo suficiente en la capital de Estados Unidos como para saber que se comportaban como si su poder fuera de procedencia divina. Y por fascinante que pudiera ser su mundo, prefería mantenerse alejada de él.
—Sí —respondió Cande.
—Entonces, será mejor que lo dejemos para otro día. Llámame cuando salgas con un banquero. Ahora tengo que dejarte para volver al trabajo… Que te diviertas esta noche.
—Si no creyera que voy a divertirme, no volvería a salir con él. Tengo menos paciencia que antes.
—Por cierto, no me has dicho cómo se llama… De hecho, hace mucho tiempo que no me dices los nombres de los hombres con los que sales. El último del que me hablaste fue Horace.
Cande riò
-¿me has llamado únicamente porque quieres mejorar tu vida social, o por algo más?
—Bueno, hoy me siento sola. Estaba loca por marcharme de Winter Cove y alejarme de mi familia y de los vecinos, pero de vez en cuando los echo de menos.
—Entonces deberías llamarlos a ellos en lugar de llamarme a mí. Hazlo y salúdalos de mi parte, ¿quieres? ¿Se encuentran bien?
—Estaban bien cuando hablé con ellos el pasado fin de semana. Pero me gustaría ir a verlos a Florida. Los extraño.
—Pues ve —dijo Cande, repentinamente seria—. Haz caso a alguien que ha perdido a un ser querido: nunca se tiene una segunda oportunidad. Además, hace mucho tiempo que no vas a Florida. Y por si fuera poco, no hay ningún local en Washington donde hagan tan bien el arroz con pollo como lo hace tu madre… Si te parece bien, iré contigo.
—Perfecto. Podríamos ir en octubre, cuando el tiempo empiece a empeorar en Washington.
—Octubre me parece bien. Pero ya hablaremos de ello cuando nos veamos el domingo. Hasta luego, Lali…


Les prometo que la proxima nove que haga sea "Obsesion o amor?" Estaba muy indecisa,porque las dos tuvieron muchos votos!
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