2 capitulo

Buen dia! Al fin llegamos con las firmas jajaja Desde ahora empienza la historia J

+16 FIRMAS DE 6 PERSONAS DISTINTAS Y OTRO




Lali colgó el auricular. Se sentía mucho mejor después de hablar con su amiga, a pesar de que la esperaba otra larga noche en soledad, sin más emoción que leer un libro. Sin embargo, mientras comenzaba a hacer el inventario de las antigüedades, se dijo que había destinos peores.
Poco después, sonó el teléfono. Lali se secó el sudor de la frente, contestó la llamada e intentó adoptar un tono alegre.
—Fashionable Memories, ¿dígame?
—Hermanita, ¿eres tú?
—¿Leon? ¿Te encuentras bien?
Leon era su hermano, un joven de dieciséis años, tranquilo y muy educado, que no tenía la costumbre de poner conferencias. Por eso, su llamada le extrañó.
—Supongo que sí.

—No pareces muy seguro… ¿qué ha pasado?
—¿Puedes venir a casa, Lali? Te lo ruego…
Lali se alarmó. Que Leon llamara ya era bastante extraño. Pero que además le rogara algo, resultaba inquietante.
—¿Qué sucede, Leon? ¿Está enferma mamá? ¿O papá?
—No.
—Entonces, ¿qué pasa? No me habrías llamado por teléfono de no tener una buena razón. Cuéntamelo.
Leon suspiró.
—No debería haberte llamado. En fin, ya nos veremos…
—¡Espera! —exclamó Lali, para intentar retenerlo—. ¿Sigues ahí, Leon?
—Sí, sigo aquí.
—¿Por qué no me cuentas lo que ha pasado? Es evidente que no has llamado para charlar un rato. Suéltalo de una vez. Si mamá y papá están bien, ¿qué sucede? ¿Se trata de Luca?
Su otro hermano estaba en la universidad, en una localidad no muy alejada de Winter Cove, pero estaba pasando las vacaciones de verano en casa. Sabía que Luca había discutido con su padre porque se había negado a trabajar en el negocio familiar, el Flamingo Diner, y había preferido hacerlo en una tienda de ropa del centro comercial. Jeff tenía muchas y buenas razones para no querer trabajar con Don. Pensaba que su padre era demasiado exigente y odiaba el Flamingo Diner aún más que la propia Lali.
—Luca está bien, supongo. No suele pasar mucho por casa.
—¿Y eso te molesta? Sé que te habría gustado que estuviera más a menudo contigo…
—Ya no es tan divertido como solía ser —declaró Leon—. Además, papá y él se pelean todo el tiempo, así que es mejor que se mantenga alejado.
Mientras hablaba, Lali seguía preguntándose por qué la había llamado. Sentía una enorme curiosidad.
—¿Y tú? ¿Estás pasando un buen verano?
—Imagino que sí —respondió, sin entusiasmo alguno.
—¿Sales con alguna chica?
—No.
Lali recordó que a su hermano menor le gustaba una chica y preguntó:
—¿Qué ha pasado con Lauren Patterson? Sé que te gustaba. ¿Le has pedido que salga contigo?
—No.
—Vamos, Leon… Si no me cuentas lo que te pasa, no podré adivinarlo. Sé que has llamado por una razón.
—Ya te lo he dicho. Te he llamado para que vengas a casa.
Su hermano habló con un enojo evidente. Normalmente era tan tranquilo que aquella reacción aumentó la preocupación de Lali.
—¿Y por qué es tan importante que vuelva a casa?
Él dudó.
—Se trata de papá —dijo al fin—. Se está comportando de forma muy extraña.
Leon había heredado su temperamento tranquilo de su padre, quien jamás alzaba la voz. Cuando Nicolas Esposito estaba enfadado o se sentía decepcionado por algo, intentaba solucionarlo sin gritar. Solo Luca conseguía sacarlo de sus casillas.
—¿Extraña? ¿En qué sentido?
—Papá y Luca discuten todo el tiempo, pero eso es tan habitual que no resulta sorprendente —afirmó Leon—. Sin embargo, ahora también se está metiendo conmigo… Cuando cometo el más leve error, por pequeño que sea, me lo recrimina delante de los clientes. Y por si fuera poco está descargando su mal humor en mamá.
—¿Papá y mamá han discutido por el Flamingo Diner? —preguntó, verdaderamente asombrada.
Lali sabía que sus padres siempre se habían enorgullecido de su restaurante. Durante treinta años habían hecho todo lo posible para ganarse a la clientela de la localidad, y lo habían conseguido. La gente se sentía como en casa.
—Mucho —respondió Leon—. Y papá parece muy triste. Tengo miedo de que vayan a divorciarse.
—Oh, vamos, eso no va a pasar… Mamá y papá tienen una relación muy sólida. Hablé con ellos el fin de semana pasado y parecían contentos.
—Sí, claro —dijo, con escepticismo—. ¿Y cuánto tiempo hablaste con ellos? ¿Diez, quince minutos? Cualquiera puede disimular en un periodo tan corto.
La sorpresa de Lali iba en aumento. Al parecer, ya no estaba al tanto de las cosas que sucedían en su familia.
—Leon, es posible que estés exagerando. Todo el mundo discute de vez en cuando…
—Son algo más que simples discusiones —le explicó—. Hay algo que no va bien. Incluso me atreví a preguntárselo directamente a mamá, pero desestimó la cuestión como tú ahora. Dijo que todos tenemos días malos.
—Pues ahí tienes tu respuesta. Si ella no está preocupada, ¿por qué lo estás tú?
—Porque no estamos hablando de una discusión, sino de muchas y continuadas —respondió, alzando la voz—. Ya sabía que no me creerías. Luca tampoco me creyó. Dice que papá siempre ha tenido mal pronto, pero no es verdad: antes solo se desesperaba con él; nunca lo hacía con mamá ni conmigo.
—¿Qué te parece si hablo con mamá y le pregunto?
—No te dirá nada —aseguró—. Es mejor que vengas y que lo observes tú misma. No podrán disimular si te quedas unos días, o aunque sea un fin de semana. Por favor, Lali…
—Bueno, precisamente he estado hablando hace un rato con Cande y hemos quedado en ir en octubre.
—Sería demasiado tarde, hermana. Es preciso que vengas ahora.
Lali notó el tono de urgencia de su voz, pero seguía pensando que aquello no tenía sentido. Todo lo que estaba comentando podía ser simplemente circunstancial.
—Está bien, iré tan pronto como pueda —le prometió.
—¿Esta semana?
—No, pero pronto.
Leon suspiró.
—Sí, comprendo.
—Iré, Leon, créeme. Pero mientras tanto, intenta no preocuparte demasiado.
—Oh, claro, ya estamos con lo de siempre. Todos pensáis que solo soy un niño y que no debería meterme en los asuntos de los mayores porque son muy capaces de arreglar sus propios problemas.
Leon lo dijo con tono de recitado, como si se estuviera limitando a repetir algo que le había dicho otra persona. Lali supuso que se lo habría dicho Luca.
—Bueno, es verdad que mamá y papá saben arreglar sus asuntos. Llevan casados mucho tiempo y por otra parte es normal que tengan sus desavenencias. Todo saldrá bien, ya lo verás.
—¿Tú crees?
—Por supuesto que sí, Leon —respondió—. Todo saldrá bien.
—No dirías eso si estuvieras aquí —dijo, en voz alta.
Antes de que Lali pudiera seguir hablando, su hermano le colgó el teléfono.
—Está exagerando —se dijo a sí misma—. Tiene que estar exagerando.
Lamentablemente, aquella teoría tenía un grave defecto: Leon era el chico más tranquilo, analítico y responsable que había conocido en toda su vida. No era propio de él que exagerara, y aún menos que se preocupara sin motivo suficiente.
Lali pensó que sería mejor que volviera a casa antes de octubre. Por desgracia, sabía que iba a tener mucho trabajo en julio y agosto, y que no podría marcharse hasta mediados de septiembre.
Decidió que iría en septiembre. Pero mientras continuaba con el inventario de la tienda, supo que no podía esperar tanto tiempo. Debía arreglárselas para hacer aquel viaje cuanto antes.
EN EL PROXIMO CAPITULO HABLA PETER!
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