17 capitulo

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+20 FIRMAS Y OTRO


Emilia sintió deseos de llorar, pero se contuvo. No quería llorar por culpa de un hombre que la había abandonado; no merecía sus lágrimas. Si Nicolas hubiera fallecido por algún problema médico, como un infarto, no se habría sentido de ese modo, no se enfrentaría a un mar de preguntas sin respuesta, no se habría ocultado de sus amigas. De haber sido una muerte normal, habría aceptado la ayuda de las demás y habría intentado seguir viviendo por muy doloroso que le resultara.
Pero aquello era diferente. No entendía qué había empujado a Nicolas a cometer semejante locura.
—Por favor, Emilia, habla con nosotras —rogó Helen—. Te queremos y podemos ayudarte si nos lo permites.
—Nadie puede ayudarme.


Emilia era sincera. No creía que nadie pudiera ayudarla en un problema como el que se le había presentado. Ella misma desconocía cómo afrontarlo, y por si fuera poco debía hacer un esfuerzo sobrehumano para proteger a sus hijos de sus sospechas sobre el suicidio de Nicolas.
Al recordarlo, suspiró. No entendía nada y sospechaba que tal vez no llegara a entenderlo.
Precisamente por ello, se había encerrado otra vez en su habitación. No se estaba escondiendo, exactamente. Estaba pensando, analizando uno tras otro todos los días anteriores a la muerte de Nicolas, intentando encontrar alguna pista sobre sus motivaciones. Pero incluso ahora, después de horas y horas de dar vueltas a aquel asunto, seguía sin encontrar una explicación.
—¿Qué podemos hacer por ti? —preguntó Sylvia—
--Nada. Solo quiero que me dejéis sola
Sus amigas se fueron y Emilia empenzò a recordar y pensar...
—Oh, Nicolas —susurró, acariciando el frío cristal de la fotografía—. ¿Cómo has podido hacerme esto? Se suponía que seríamos felices para siempre.
Aquella noche, mientras bailaban en la pista, le susurró:
—Te amo.
Emilia recordó la emoción de oír aquellas palabras y el brillo de sus profundos ojos azules.
—Yo también te amo a ti —dijo ella.
—¿Tanto como para casarte conmigo? —preguntó él—. Quiero llevarte conmigo cuando termine mis estudios en la universidad. Quiero que vivamos juntos y que tengamos hijos. Quiero envejecer contigo.
Estaba tan concentrada en la situación y en las palabras de Nicolas, que Rosa tuvo la impresión de que la música dejaba de sonar y de que todo el mundo se había callado de repente.
—Sí —susurró Emilia, feliz—. ¡Sí!
Nicolas le había prometido que envejecerían juntos y ahora tendría que hacerlo sola. Podía perdonarlo por muchas cosas, pero no por eso. No por eso.


Lali empezaba a sentirse como un gato enjaulado. Había olvidado lo agotador que podía ser trabajar diez horas seguidas en el restaurante. Aunque disfrutaba de la compañía de la gente, estaba agotada. Además, la presencia de Peter no la había aliviado esta vez; Leon no era tan rápido trabajando como su padre, ni tan desenfadado como su madre, y desde luego no podía servir las mesas y encargarse de la caja registradora con la celeridad de Luca.
Naturalmente, las quejas de los clientes no le pasaron desapercibidas. Pero casi todas eran de turistas que desconocían lo que había pasado en su familia.
Al final del día, Leon y ella se miraron con agotamiento y suspiraron de alivio cuando pusieron el cartel de cerrado.
—¿Te apetece tomar algo? —preguntó Lali, esperando que pasara unos minutos con ella.
—Sí, por favor —dijo, arrojándose a una silla.
Lali abrió dos refrescos, le dio uno y se sentó a su lado. Él la miró.
—No vamos a conseguirlo, ¿verdad? —preguntó.
—No seas tonto, claro que lo conseguiremos —dijo—. Es que ha sido un día increíblemente movido.
—La gente se ha quejado.
—Lo sé, lo he oído.
—Hablaré con mamá esta noche —continuó ella—. Si regresa, nos sería de gran ayuda.
—¿Y qué me dices de Luca?
—Sí, también podría ayudar, pero no sé dónde puede estar. ¿Tú lo sabes?
Leon se encogió de hombros.
—Probablemente, con esa chica con la que está saliendo.
Lali estaba tan alejada en los últimos días de Luca que no había tenido tiempo de interesarse por la cuestión.
—¿Es alguien que conozcamos?
—Ni mamá ni yo la conocemos —dijo Leon—. Y tampoco la conocía papá. Luca no habla mucho de ella.
Probablemente no debería decir nada… A fin de cuentas, no lo sé muy bien.
—Leon, ¿qué es lo que sabes? Será mejor que me lo cuentes. Te recuerdo que estamos en el mismo bando.
—¿En serio? —preguntó él, claramente escéptico.
Resultaba obvio que Leon seguía sin confiar plenamente en ella, cosa que a Emma le dolió. Desde la muerte de su padre no había sido el mismo.
—Por supuesto que sí. Ambos queremos lo mejor para Luca.
—Entonces, te diré que no creo que el problema sea esa chica.
—No te entiendo…
—Estoy seguro de que salen solo para fumar algún porro de vez cuando y acostarse juntos. Luca no me ha comentado nada especial sobre ella, salvo que es muy apasionada.
—Comprendo.
—Espero que no le digas que te lo he contado…
Lali sonrió.
—Sé que sigues enfadado conmigo, pero nunca he sido una chivata —dijo, inclinándose hacia delante para removerle el pelo—. Te recuerdo que nunca dije que fuiste tú quien rompió la porcelana de la Virgen María de mamá.
Leon se ruborizó.
Permanecieron en silencio un buen rato, sin hacer otra cosa que disfrutar de sus refrescos e intentar recuperarse un poco para volver a casa. Al cabo de unos minutos, Leon dijo:
—¿Lali?
—¿Qué?
—¿No sería mejor que vendiéramos el local, como propone Luca?
—¿Es lo que quieres?
Leon la miró con preocupación.
—Siempre pensé ir a la universidad y regresar para dirigir el restaurante cuando papá se jubilara. Me gusta trabajar aquí y enterarme de lo que sucede en el pueblo. El Flamingo Diner siempre ha tenido algo especial, ¿no te parece?
Lali intentó comprender a Leon, pero no lo entendía del todo. El restaurante no era especial para ella, ni estaba interesada en el mundo de la hostelería. Cuando entraba en un local, quería que le sirvieran bien y que lo hicieran rápido, pero eso era todo.
Miró a su hermano con intensidad y asintió.
—Sí, es verdad, el Flamingo Diner es un lugar especial. Y si quieres hacerte cargo de él en el futuro, haremos lo que sea necesario por mantenerlo.
La expresión de Leon se iluminó.
—Bueno, si voy dirigir el restaurante, no es preciso que vaya a la universidad. Puedo aprender todo lo que necesito aquí mismo. Luca podría enseñarme algo de gestión de empresas.
—No, de eso nada. Irás a la universidad —dijo Lali, tajante—. Eso es lo que quería papá. Además, una licenciatura en Ciencias Empresariales no te vendrá nada mal.
Leon rio y la risa de su hermano le sonó a música celestial. Era la primera demostración emocional que realizaba ante ella desde que le había dicho que la odiaba.
—Hablas como papá —dijo él.
—Bueno, es que papá tenía razón en muchas cosas.
La risa de Leon desapareció de inmediato.
—Últimamente, no. Había cambiado, Lali. Ya te lo dije cuando te llamé por teléfono. No hacía otra cosa que meterse conmigo sin ninguna razón. Dejó de ser el que era y estaba de mal humor todo el tiempo. Era como si cualquier problema fuera para él el fin del mundo.
—Corazón, todos sabemos que le pasaba algo grave. Me habría gustado haberte hecho caso y haber regresado cuando me lo pediste, pero es posible que no me hubiera dicho nada. Si no se lo contó a mamá, es dudoso que me lo contara a mí. Pero fuera lo que fuera, le hizo decir y hacer cosas que en otras circunstancias ni habría dicho ni habría hecho. Debes perdonarlo.
—¿Perdonarlo? ¿Lo has perdonado tú, acaso, por haber muerto?
A Lali le habría gustado poder responder afirmativamente a la pregunta, pero habría mentido. Así que tomó a su hermano de la mano y contestó de otro modo:
—Todo el mundo se enfada cuando alguien muere. Y tendremos que hacer un esfuerzo para superar el dolor y la ira.
Mientras tanto, Lali estaba decidida a descubrir las razones de la muerte de su padre. Porque si no conseguía averiguar la verdad, nunca podría perdonarlo.


Chicas,manana voy a comer a casa de mi amiga despues del cole y desde ahì la noche voy a una fiesta asique no se si subo
Si llego antes de la fiesta voy a subir el capitulo 18...
+20 FIRMAS Y MANANA TRATO DE SUBIR...