domenica 28 ottobre 2012

28 capitulo


Peter estaba medio dormido cuando su ayudante lo llamó por teléfono a casa.
—Hola, jefe, acaba de llamar una mujer que quiere hablar contigo. ¿Le digo que llame mañana o te la paso?
—Pásamela.
—De acuerdo…
—¿Peter?
La voz le resultó familiar, pero fuera quien fuera estaba tan nerviosa que no la oía con claridad.
—Sí, soy yo. ¿Quién eres?
—Maria.


Peter se sentó en la cama.
—¿Qué te sucede?
—Creo que alguien me está siguiendo.
—¿Dónde te encuentras?
—Estoy en casa, y sean quienes sean, se encuentran afuera. No quiero exagerar porque podría ser mi imaginación, pero…
—¿Cuántos son?
—Dos hombres, creo. ¿Podrías venir por aquí y echar un vistazo? Habría pedido que me enviaran un coche patrulla, pero no quería parecer una tonta si luego resulta que no es nada. Siento haberte despertado.
—No te preocupes, estaré allí en diez minutos.
Peter colgó el teléfono y pensó que si se trataba de los dos hombres que se estaba imaginando, los encerraría durante el resto de sus vidas.
Tardó poco más de siete minutos en llegar, y antes de entrar en la calle de Jennifer tuvo la precaución de apagar los faros para sorprenderlos. Al fondo, distinguió la casa de la mujer: había encendido todas las luces, las de dentro y las de afuera, con la obvia intención de asustar a los dos tipos.
Dio una vuelta por los alrededores y enseguida descubrió el coche de Gabe. Pero estaba vacío, así que supuso que se habrían escondido en algún lado.
Aparcó el coche patrulla delante del coche de Gabe, para que no pudiera arrancar y salir, y luego salió a buscarlos. No tardó demasiado: oyó sus voces al cabo de unos segundos.
—Te estoy diciendo que he visto el coche de alguien con las luces apagadas —decía Harley en aquel momento—. Será mejor que nos vayamos de aquí. De todas formas, aquí no hay nada.
—He dicho que nos quedamos. Estoy seguro de que ella hará algo y se delatará.
—¿Y qué crees que va a hacer? ¿Arrojar su diario por una ventana?
—Nunca se sabe… Pero ya encontraremos la forma de averiguar qué ha estado haciendo y qué relación mantenía con Nicolas.
—¿Pero cómo? ¿Es que piensas forzar su cerradura y entrar en la casa?
—Si es necesario…
Peter suspiró con pesadez y se plantó ante ellos. Se había escondido ente los arbustos para sorprenderlos.
—Yo que tú no lo haría —dijo.
—Maldita sea, Peter, ¿es que pretendes que nos dé un infarto? —protestó Gabe.
—Es lo que mereceríais. ¿Qué diablos estáis haciendo aquí?
—Estamos investigando —respondió.
—Juraría que os había dicho que me dejarais ese asunto a mí.
—Ya, pero ¿has descubierto algo? —preguntó Harley.
—Todavía no.
—Entonces, nos necesitas —dijo Gabe.
—Lo único que necesito es tener paciencia, pero tanta como Job. Marchaos a casa mientras yo intento explicarle a Maria que no tiene nada que temer.
Gabe lo miró con indignación.
—No puedes ir y decirle algo así. Estoy seguro de que sabe algo sobre Nicolas.
—Si eso es cierto, lo descubriré. Pero no conseguiré nada si vosotros os dedicáis a interferir en mi trabajo. Y ahora, marchaos antes de que os obligue a acompañarme para que os disculpéis personalmente.
Peter los acompañó al vehículo de Gabe, retiró el coche patrulla para que pudiera salir, y acto seguido se dirigió a la casa de Maria y llamó a la puerta.
—¿Peter? ¿Eres tú?
—Sí, soy yo.
Ella abrió la puerta, asustada.
—¿Los has encontrado?
—Sí, pero no tienes motivos para preocuparte. Solo eran un par de ancianos que se habían perdido.
Maria lo miró como si no creyera una sola palabra.
—¿Estás seguro?
—Claro, y sospecho que no volverán a tomar este camino.
—Por tu expresión, yo diría que hay algo que no me estás contando —observó ella—. Siempre he podido adivinar tus pensamientos, por si no lo recuerdas.
—Te estoy diciendo la verdad… —insistió.
—Está bien —dijo con escepticismo—. Si tú lo dices… ¿Quieres entrar y tomar un café?
Él dudó, pero pensó que era una excelente oportunidad para obtener respuestas en ausencia de Lali.
—Por supuesto, pero solo me quedaré unos minutos.
Peter la siguió hasta la cocina. Maria acababa de preparar café y el aroma inundaba la elegante estancia, amueblada con caros electrodomésticos y muebles. Siempre le habían gustado los lujos.
—Es tarde para tomar tanta cafeína… ¿Es que pretendías pasar la noche despierta? —preguntó él.
—No estoy durmiendo muy bien últimamente, así que decidí trabajar un rato.
—Pensaba que te habías tomado unas vacaciones. O al menos fue lo que Rochi me dijo cuando fui a verla.
—Bueno, no son exactamente unas vacaciones.
—Entonces, ¿de qué se trata? ¿Asuntos de negocios?
—No, tampoco.
—Pues no lo entiendo.
Maria lo miró a los ojos.
—Déjalo, no importa.
—Tal vez sí.
—Solo necesitaba alejarme un poco, nada más.
—¿Y adonde fuiste?
—A una casa que tengo en Carolina del Norte. La compré el año pasado, después de que tú y yo rompiéramos. Fue una especie de premio por no haberme hundido cuando comprendí que aún seguías enamorado de Lali. ¿Satisfecho? —preguntó, a modo de reto.
—No, ni mucho menos. Y dime, ¿tuviste tiempo de comprar un ramo de flores antes de marcharte?
—¿Flores? —preguntó, asombrada.
—Sí, para un entierro.
—No. ¿Por qué me preguntas eso?
—Porque alguien envió un ramo de flores muy caras al lago, al lugar donde murió Nicolas.
—Pues no fui yo. Me marché antes de saber que se había matado.
Esta vez fue Peter quien se sorprendió.
—¿En serio?
—Sí, no supe nada hasta varios días después, cuando todavía me encontraba en Carolina del Norte. Y para entonces, el funeral ya había pasado.
Peter tuvo la impresión de que Maria se estaba callando algo, pero no sabía qué.
—¿Y cómo es que has estado afuera tanto tiempo?
—Ya te lo he dicho. Necesitaba aclarar mis ideas. Estaba algo preocupada con ciertas cosas.
—¿Como cuáles?
Maria lo miró con desconfianza.
—¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio?
Peter suspiró.
—No, pero estoy buscando respuestas.
—¿Respuestas? ¿Sobre qué?
—Sobre los motivos que tenía Nicolas para suicidarse —respondió.
Peter la miró con suma atención para ver cómo reaccionaba. Casi todo el mundo creía que había sido un accidente y eso era lo que habían publicado los periódicos de la zona, así que Maria no podía haber pensado otra cosa.
Maria no lo decepcionó. Lo miró con verdadero y absoluto asombro.
—Pensaba que había sido un accidente…
—Oficialmente, lo fue.
—Pero tienes tus dudas, según veo.
—Sí, tengo dudas. ¿Y tú? ¿Qué sentiste cuando supiste que había muerto?
—Una profunda tristeza —respondió—, pero nada más.
—Es curioso, teniendo en cuenta que estuviste con él la tarde del día en que murió.
Maria se ruborizó.
—¿Crees que tengo algo que ver con su muerte? ¿Por eso queríais verme Lali y tú? Maldita sea, Peter, ¿es que te has vuelto loco?
Parecía sincera, pero podía estar disimulando.
—Hemos ido a verte porque queremos que nos ayudes con un asunto relativo a los libros de contabilidad de Nicolas. Pero al ver que nos estabas evitando, he empezado a pensar que tal vez sepas algo sobre el asunto.
—Pues te equivocas. No sé por qué podría haber hecho algo así.
Peter la miró con intensidad.
—Entonces no te importará reunirte mañana con nosotros y echar un vistazo a esos libros, ¿verdad?
Maria se estremeció y Peter lo notó. Pero se había atrapado a sí misma. Si realmente no estaba ocultando nada, no podía tener razón alguna para querer evitarlos.
—¿A qué hora? —preguntó, resignada.
—Te llamaré a tu despacho para decírtelo.
—No puedo quedarme allí todo el día solo porque vayas a llamarme. Tengo muchas citas mañana y debo salir.
—Pues arréglalo todo para estar allí. A fin de cuentas tienes tu ordenador y tu teléfono móvil. ¿Qué más necesitas?
—Te estás comportando de forma muy poco razonable, Peter. Esto es casi como un arresto domiciliario o algo así.
—¿Prefieres que te lleve a comisaría y que te deje ahí hasta que despierte Lali? —preguntó.
—De acuerdo, estaré en mi despacho.
—Buena elección —dijo él, mientras dejaba a un lado el café que no había tocado—. Que duermas bien.
Peter la había presionado lo suficiente como para estar seguro de que no estaba relacionada de forma directa con la muerte de Nicolas. Pero también estaba seguro de otra cosa: de que ocultaba algo.


Emilia acababa de entrar en el local, y la voz se extendió rápidamente. La mujer tomó la cafetera y fue pasando por todas las mesas, con la excusa de rellenar las tazas, para saludar a sus amigos y conocidos. No tardó mucho en llegar al lugar donde estaban sentados, y cuando lo hizo, Harley se levantó y la besó en la mejilla.
—Bienvenida, preciosa. Mis viejos ojos comenzaban a echarte de menos.
Rosa rio.
—Veo que sigues siendo el de siempre, Harley Watson. Un verdadero mentiroso.
—No, Harley tiene razón —dijo Peter—. Estás preciosa y todo el mundo te ha echado mucho de menos. ¿Has vuelto para quedarte?
—Esa es la idea. Hoy ha sido difícil aunque Luca ha venido conmigo, pero espero que poco a poco me acostumbre otra vez —respondió, mirando a su alrededor con expresión nostálgica—. Sencillamente me sentía un poco perdida.
—Pero aquí tienes amigos —intervino Gabe—. No lo olvides, Emilia. No hay nadie que no estuviera dispuesto a hacer lo que fuera por ti.
—No lo olvidaré, descuida —dijo, antes de mirar al policía—. Peter, ¿podrías llevarte a Lali de aquí? No quiero que se quede solo porque espera que en cualquier momento me dé un ataque de nervios o algo así.
Peter sonrió.
—Por supuesto.
Peter pensó que Lali lo acompañaría en cuanto le contara que había charlado con Maria.
—Dame cinco minutos y me la habré llevado de aquí —añadió.
Se levantó, se dirigió a la cocina y comenzó a desatar el delantal de Lali.
—Nos vamos —anunció.
—¿Estás loco? No puedo dejar sola a mi madre.
—Por si no lo has notado, Luca ha venido con ella y va a sustituir a Leon. Además, Emilia quiere que te marches y me ha encargado que te saque del local. ¿Quieres que se enfade conmigo?
—Lo estoy pensando —bromeó.
—Pues no lo pienses.
Peter pasó un brazo alrededor de su cintura y la llevó hacia la salida.
—¿Y si no quiero marcharme?
—¿Sinceramente vas a negarle a tu madre la oportunidad de demostrarse que puede volver a dirigir este sitio?
Lali dudó, pero sabía que Peter tenía razón.
—Está bien, vámonos. Sin embargo, espero que consigas que mi día merezca la pena —dijo, con súbita e inesperada malicia.
—Descuida, es posible que obtengas más de lo que imaginas.
Ella rio.
—¿Seguro?
—Bueno, solo hay una forma de averiguarlo. ¿Quieres que vayamos a tu casa, o a la mía?
—Peter, solo estaba bromeando.
—¿En serio? —preguntó con fingida inocencia—. Pues no deberías bromear con esas cosas. Pueden ser peligrosas…
—Contigo, no.
Él la tomó de la mano y besó su palma.
—Yo no estaría tan seguro, cariño. Incluso yo tengo un límite.
Peter no estaba exagerando. Tenía un límite. Y había estado a punto de sobrepasarlo.


Ya llegan los dos capitulos que le van a ENCANTAR,si quieren los subo hoy..siempre si firman J

Por cualquier cosa: @porLali_ITALIA
Las que no me lo dijeron, diganme sus twitter asì le aviso ahì cuando subo
+14 FIRMAS Y MAS

15 commenti:

  1. No entiendo que relación tenia nicolas con maría, de apoco todo se acomoda me encanta más!!1

    RispondiElimina
  2. Me encanta esta nove es pero massssssssssssszssss

    RispondiElimina
  3. massssssssssssssssssssssssmassssssssssssssssss

    RispondiElimina
  4. Mas Nove! Gracias Por Postear Tan Seguido, Me Encanta Tu Nove Y Ojala Que Lali Y Peter Aprovechen Muy Bien El Dia. Massssss



    @nathies1024

    RispondiElimina
  5. Hahaha están jugando cn fuego ....quiero mas

    RispondiElimina
  6. Hay algo q maría no esta diciendo

    RispondiElimina