sabato 20 ottobre 2012

22 capitulo


Peter pensó que la tensa situación con Lali en el restaurante le había quitado diez años de vida. Todavía no entendía por qué había intentado provocarlo de aquel modo. Otro hombre con menos escrúpulos habría aceptado lo que obviamente le estaba ofreciendo y no se habría resistido al impulso de besarla allí mismo.
Se estremeció al pensar lo cerca que había estado de romper las normas que se había establecido en lo relativo a Lali. Cuando era una niña, hacía cosas que lo sorprendían y que de vez en cuando le provocaban una sonrisa. Pero como mujer, era mil veces peor: poseía todo un arsenal de tácticas que habrían servido para tentar al más santo de los santos. Y por lo visto, tenía intención de utilizarlas con él. Pero si no conseguía controlar sus propias hormonas, tendría que dejar de ir al restaurante.


Sin embargo, esa opción estaba fuera de lugar. Lali lo necesitaba y él le había prometido su ayuda. Aunque siempre podía investigar por su cuenta y acelerar el proceso.
Decidido a seguir ese camino, se levantó de la butaca de su despacho y se dirigió a la salida.
—¿Vas a algún sitio? —preguntó Mariano cuando pasó a su lado.
—Sí, tengo un par de cosas que hacer.
—Yo que tú iría a Sweet Smell of Sucess.
Mariano se refería una de las floristerías del pueblo, lo que sorprendió mucho a su jefe.
—¿Y por qué diablos debo ir a ver a una florista?
—¿Quieres saber quién envió esas flores? Pues entonces, hazlo.
—Dime una cosa: ¿eres adivino? ¿O es que anoche estabas escondido en las cercanías del lago?
Mariano rio.
—Anoche cené con Gabe y Harley. Estaban tan entusiasmados con lo que les dijiste, que me lo contaron.
—Que el Cielo me ayude…
—Me parece que vas a necesitar algo más que la intervención divina para controlar a esos dos. Si yo fuera tú, los detendría y los mantendría encerrados una temporada.
—Existe otra posibilidad: encargarte que los vigiles.
—Oh, no, de eso nada… Son amigos míos —protestó el sargento.
—¿Quién mejor, entonces, para hacerlo?
—Yo no espío a mis amigos.
—No se trata de espiar. Es tu trabajo. Por si no lo recuerdas, eres policía.
—Pero el trabajo de policía no implica espiar a los amigos. Además, mi trabajo está aquí, en comisaría. Y tengo un montón de papeleo atrasado.
—Vamos, seguro que habrás terminado con eso antes de la hora de comer. Por otra parte, dudo que esos dos se metan en líos durante el día. Me preocupan más sus noches.
—¿Debo recordarte que termino mi turno a las tres?
—Exactamente. Tienes las tardes libres, así que puedes dedicarte a ver qué hacen; pero asegúrate de hacerlo de forma discreta, sin que se den cuenta. Llévalos a cenar, a la bolera, qué se yo. Haz lo que sea necesario para mantenerlos lejos del caso y de mí.
—¿Y quién va a pagar ese trabajo? ¿Es que el departamento tiene presupuesto para este tipo de cosas? —preguntó el sargento, con desconfianza—. Te aseguro que no voy a gastar mi dinero con esos dos.
Peter sacó su cartera y le dio unos cuantos billetes.
—Toma, ahora ya tienes dinero.
Mariano tomó los billetes y dijo:
—Perfecto, jefe. No te preocupes por nada. Yo me encargaré.
—Eso espero.
Satisfecho ante la perspectiva de anular la confabulación de los ancianos durante un par de días, Peter se dirigió a la floristería. No sabía por qué se había referido Mariano a aquel establecimiento en particular, pero confiaba plenamente en su intuición profesional y por lo demás solía estar bien informado sobre todo lo que sucedía en el pueblo.
—Hola, Peter… —dijo la florista al verlo—. Suponía que más tarde o más temprano pasarías por aquí. ¿Quieres información, o flores para Lali?
Peter estuvo a punto de maldecir en voz alta. Al parecer, todos y cada uno de los vecinos de Winter Cove estaban al tanto de lo que sentía por aquella mujer. Pero Val siempre había sido muy perceptiva; tanto, que ganaba más dinero leyendo el futuro y echando las cartas que vendiendo rosas y lilas. Sin embargo, y en ese caso en concreto, Peter estaba más interesado por el pasado que por el futuro.
—Quiero información.
—Ah, ya. Imagino que te refieres al ramo que enviaron al lago.
A Peter no lo sorprendió que también estuviera al tanto de ese hecho.
—Sí. ¿Quién lo envió?
—Me gustaría poder ayudarte, pero no lo sé.
—Te recuerdo que no estás sujeta a ninguna norma de confidencialidad. Soy policía.
—Puede que no, pero debo respetar los deseos de los clientes. Si no lo hiciera, no sería una buena profesional.
Peter la miró con intensidad.
—¿Es que alguien te ha pedido que no digas nada?
—Sinceramente, no. Solo era un comentario.
Peter frunció el ceño.
—Está bien, está bien… —continuó ella—. La verdad es que no sé quién pidió ese ramo. Encontré una nota bajo la puerta, aquella mañana, junto con un billete de cien dólares y la petición de que enviara el ramo al lago.
—¿Guardaste la nota?
—Por supuesto.
—¿Puedo verla?
Ella lo miró con desconfianza, pero asintió.
—Iré a buscarla, aunque no te servirá de nada porque es una nota impresa. No está escrita a mano. Imagino que la escribieron en un ordenador y la imprimieron más tarde. Si no recuerdo mal, el tipo de letra es Times New Roman.
A pesar de hacer cosas tan extravagantes como leer el futuro, Val era toda una profesional en su trabajo y mantenía sus archivos perfectamente organizados, de modo que no tardó en regresar con la nota.
La descripción de la florista era exacta hasta en el tipo de letra. Pero eso tampoco le servía de nada: era el tipo predefinido, junto con Arial, en la mayoría de los ordenadores.
—¿Te importa si me quedo con ella? —preguntó él, mientras se la guardaba en un bolsillo.
—¿Qué pasaría si me negara?
—Que te amenazaría con acciones legales al respecto. Pero eres una mujer sensata y estoy seguro de que no querrás que eso suceda.
—Si tuviera más tiempo, me encantaría discutir contigo. Pero tienes suerte: hoy no lo tengo. Estoy esperando a un cliente y me va a llevar tanto tiempo como preparar el ramo de flores para que se lo lleves a Rochi cuando vayas a cenar a su casa con Lali.
Peter gimió.
—No quiero saber cómo has averiguado lo de la cena.
Val se puso de inmediato a preparar el ramo. Eligió tulipanes blancos y calas, y hasta el propio Peter supo apreciar su belleza.
—Es muy bonito.
—Es más que eso. Aunque el ramo sea para Rochi, son las flores preferidas de Lali. Se llevará una buena sorpresa.
—¿Y qué te hace pensar que eso me importa?
Van rio.
—Estás enamorado de ella. Para saber eso, no hace falta leer el futuro: se ve claramente en tu expresión cuando los dos os encontráis en la misma sala. Hace años que la quieres —declaró—. Pero no voy a decirte si el sentimiento es recíproco por su parte. Tendrás que averiguarlo tú mismo.
Durante unos segundos, Peter consideró la posibilidad de acusarla por obstrucción a la justicia si no le decía lo que pensaba, pero enseguida se dijo que tenía razón: sería mejor que lo averiguara personalmente. Y la cena del domingo era una excelente ocasión para ello.
—Gracias por las flores —dijo él—. ¿Qué te debo?
—Corren a cuenta de la casa —dijo ella—. Nunca me he podido resistir a un hombre enamorado.
Peter alzó los ojos al cielo, desesperado. Y ya casi había salido del local cuando tuvo una idea, se detuvo y preguntó:
—¿Nicolas te encargó flores alguna vez?
—Lo hacía de vez en cuando —respondió, con expresión repentinamente triste—. Enviaba flores a Emilia por su cumpleaños, en el Día de la Madre y en sus aniversarios de boda. Pero antes de que lo preguntes, te diré que jamás compró flores para nadie más. Emilia estaba profundamente enamorado de su esposa. De eso estoy tan segura que me jugaría mi propia reputación.
—Sí —dijo él—. Yo también me la jugaría.
Peter salió entonces de la tienda. Solo esperaba que Val y él estuvieran en lo cierto.


Cuando la puerta del dormitorio se abrió, Emilia miró hacia la entrada y quedó temporalmente cegada por la luz. Era Lali.
—Mamá, tienes compañía.
—No quiero ver a nadie. Dile a quien sea que la próxima vez llame antes por teléfono.
—Ese truco no te va a servir —dijo Helen, que encendió la luz del dormitorio al entrar—. He venido con Jolie y no nos marcharemos hasta que hablemos contigo. Te hemos traído una tarta de queso con arándanos de la panadería de Henderson. Te recuerdo que te encanta…
—¿Se puede saber por qué habéis venido? —preguntó.
—Porque somos tus amigas y nos preocupas —respondió Jolie—. No respondes a nuestras llamadas y no quieres ver a nadie. No nos importa lo que haya sucedido; lo importante es que somos tus amigas y deberías confiar más en nosotras.
—¿Qué insinúas con eso de que no os importa lo que haya sucedido? ¿Qué es lo que creéis saber? —preguntó, enfadada.
—Bueno, se dice por ahí que hay quien cree que lo de Nicolas no fue un accidente.
—Oh, Dios mío…
Emilia se tapó la cara y Jolie se acercó para animarla.
—No te preocupes. Queríamos a Nicolas y te queremos a ti. La forma en que muriera carece de importancia.
—Te equivocas. Es muy importante.
Helen frunció el ceño.
—Si fuera cierto que se suicidó, ¿crees que te querríamos menos por ello? —preguntó su amiga—. ¿Es que sientes lástima de ti misma? Deberías avergonzarte, Emilia. Deberías confiar en nosotras y dejar que te ayudemos, tal y como tú nos ayudaste en tantas ocasiones. Además, nosotras también sentimos la muerte de Nicolas.
—Yo no lo siento. Lo odio por lo que hizo —espetó Emilia.
—Eso es falso —dijo Jolie.
—Claro que es falso —repitió Helen—. Odia que la abandonara, nada más.
—No intentes cambiar mis palabras —la amenazó Emilia—. Sé lo que he dicho y lo repito. Lo odio. Lo odio.
En ese momento, Helen abrió su bolso, sacó una nota y se la dio a Emilia.
—¿Qué es? —preguntó, sin mirarla.
—Es la dirección y el número de teléfono de un grupo de terapia que se reúne en Saint Luke. Creo que deberías considerar la posibilidad de ir. Hablar con nosotras es importante, pero lo sería aún más si te comunicaras con personas que han pasado por tu experiencia.
—Me niego, rotundamente —declaró Emilia—. No pienso hablar de mis cosas delante de un montón de desconocidos.
Helen la acarició en la espalda.
—Olvidas una cosa: lo que tienes en común con esos desconocidos. Todos han pasado por lo que tú y tal vez te convendría oír sus historias. Ni Jolie ni yo hemos sufrido lo que tú, pero ellos saben, exactamente, lo que sientes. Comprenderán tu miedo. Y sobre todo, estarás con gente que ha sufrido lo mismo y lo ha superado.
Emilia se estremeció ante la idea de exponerse de ¿aquel modo.
—No puedo hacerlo.
—Sí que puedes. Emilia, eres mi amiga y te quiero, pero pensaba que eras más fuerte.
—Jolie tiene razón. Pero si no te sientes con fuerza, piensa en tus hijos. Eres su madre y los estás abandonando. Has obligado a Lali a quedarse y a hacerse cargo del restaurante con Leon. La Emilia que yo había conocido jamás habría hecho algo así. Y ya es hora de que reacciones. Tienes que ser fuerte, aunque solo sea por tus niños.
—Ya no son niños.
—Emilia…
—Está bien, lo pensaré.


Perdon por desaparecer,es que estoy demasiado ocupada con el cole
Acà està el capitulo bien largo jajaja Parece que emilia va a reaccionar...
Que pasarà en la cena?
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12 commenti:

  1. Hahaha esa cena q pasara quiero mAd esta muy buena :)

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  2. Me alegro de que subieras(: , esperemos que Emilia ya reaccione por su bien, y en la cena esperemos que se histeriquen :D, un beso camila

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  3. masssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

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  4. me llama saber q va a pasar en la cena
    me mata val, q se sabe todo jajaja
    quiero massssssssssss
    beso

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  5. Quiero esa cena ya!!! Esperemos que emilia reaccione de una vez!! Más!!

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  6. todavia falta mucho para Laliter? jajaja me muero de curiosidad!!

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  7. mas capis please y avisame por tw con link directo
    @masi_ruth

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  8. Quiero LALITERRRRR!!! Mas nove please

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  9. wow wow, subi más porfa

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  10. Quiero beso Laliter, o algo jajajaja cuando vas a subir más?

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